Las personas que confían en Dios,
desarrollan un poder inimaginable, mas no propiamente porque salga de ellos,
sino que su confianza hace que Dios les respalde en todo lo que hacen.
El poder de Dios no se manifiesta
en el cumplimiento de los intereses propios de aquel que confía en Dios, sino
en aquel que vive para cumplir los intereses de Aquel en quien confía y le ha
entregado su vida.
El confiar en Dios debe
desafiarnos a ver cada día más y más, grandes manifestaciones de parte de Él,
disparando nuestro crecimiento espiritual hacia niveles nunca antes imaginados.