BIENVENIDO A MENSAJEROS DE VIDA ETERNA

Espero que el contenido de los temas expuestos en este blog, sirvan para que tu vida sea cimentada y edificada en la Palabra de Dios que produce vida en todo aquel que la recibe.

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RAIMOND ESCORCIA ROMERO
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viernes, 29 de septiembre de 2017

¿QUE TERRENO HAY EN TU CORAZÓN?


En el capítulo 13 del evangelio de Mateo, encontramos la famosa parábola del sembrador, en donde el Señor habla de cuatro tipos de terreno que puede ser el corazón del ser humano, y allí mismo, unos versículos más adelante, encontramos la explicación que el mismo Jesús le da a la parábola, por lo cual se hace innecesaria cualquier otra explicación de lo que es cada terreno.

Mas, sin embargo, sí podemos analizar algunos aspectos de la parábola, en comparación con el presente que vive el mundo. Hoy en día, en casi todo los lugares del planeta se predica la Palabra de Dios. El mundo de la tecnología ha permitido llegar cada día a más y más personas, pero cuando miramos la situación actual del mundo, nos damos cuenta que en muy pocas personas haya cabida la Palabra de Dios y peor aún, son mucho menos las personas en las que realmente se produce un verdadero fruto.

Hay muchos que oyendo, o aun leyendo, no logran entender lo que hay escrito en la Biblia, y por tanto, fácilmente Satanás arrebata lo que fue sembrado en su corazón, y por ende, esa semilla no produce fruto alguno.

Por otra parte, hay quienes reciben la Palabra de Dios con gozo, pero aún entendiéndola, cuando vienen las pruebas, la desecha, tal vez hasta renegando de Dios, y tampoco aquí puede la semilla producir algún fruto.

Otros escuchan la Palabra de Dios, pero su mente está inmersa en el afán que trae consigo este mundo; las muchas ocupaciones, el trabajo, el estudio, la diversión, el hogar, el pagar cuentas, y un sinnúmero de actividades, no permiten que la semilla crezca, ahogándola e impidiendo así, que produzca fruto.

Y por último, está aquel que la escucha, la recibe y la entiende. Éste se toma su tiempo para meditar en la Palabra de Dios y empieza a experimentar un cambio en su vida. Cabe aclarar que, en esta tarea, juega un papel fundamental el Espíritu Santo, pues entender la Palabra de Dios sin su ayuda es prácticamente imposible. Se necesita que Él ilumine nuestro entendimiento, pues la Biblia nos dice que aquel que no tiene a Cristo en su corazón, tiene cegado el entendimiento.

¿Ha producido fruto la Palabra de Dios en tu vida o tus actitudes siguen siendo las mismas? ¿Es tu fe, la misma fe débil, que en lugar de ayudarte a mantener tu esperanza firme en el Señor, se pierde cuando vienen las dificultades? ¿Sigues dándole mayor importancia a las cosas efímeras y pasajeras de este mundo, sobre las cosas que son eternas y verdaderas?

Aunque un terreno tenga muchas piedras, éste se puede limpiar; aunque un terreno esté lleno de espinos, éstos se pueden arrancar, para que la semilla que se siembre, pueda producir fruto. Nunca es tarde para limpiar el terreno de tu corazón, y así, la Palabra de Dios pueda transformar tu vida, de la manera que Dios quiere hacerlo.

Es mi oración a Dios que esta enseñanza edifique tu vida y puedas compartirla con tus amigos y familiares.

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jueves, 28 de septiembre de 2017

UNA FAMILIA MÁS ALLÁ DE LA SANGRE


Estando Jesús enseñando, alguien le interrumpió diciéndole que su familia (María, hermanos y hermanas) estaban afuera y querían hablar con Él. No se sabe que querían decirle, pues el evangelista no registra que les hubiera atendido. Pero una cosa si podemos ver en este pasaje, y es que Jesús no interrumpió la enseñanza que estaba dando a la gente para ir a atender a su familia en la sangre, sino que hizo una aseveración que a oídos de muchos, podría ser escandalosa al decir:

"¿quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?
Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo:
He aquí mi madre y mis hermanos. 
Porque todo aquel que hace la voluntad de mi
Padre que está en los cielos, ése es mi hermano,
y hermana, y madre."

Tal actitud y palabras del Señor, nos dejan entender que Él sí supo darle a cada cosa su lugar. Como primer lugar entre sus prioridades, estaba amar al Padre y obedecerle, haciendo lo que Él le había mandado. Sin duda alguna, es una actitud que nos falta a muchos, pues estamos acostumbrados a darle a Dios, tan solo el tiempo que nos sobra, pues primero ponemos nuestro trabajo, nuestra familia y otras cosas que deberían estar por debajo de nuestra prioridad: Amar a Dios y obedecerle en todas las cosas.

Con esta situación que nos relata el evangelista, también podemos darnos cuenta que para Jesús era más importante los lazos espirituales que los lazos de sangre, al decir que, sus hermanos, hermanas y madre, serían aquellos que hacen la voluntad del Padre Celestial, ya que, al fin y al cabo, los lazos de sangre terminan con la muerte, pero los lazos espirituales, son por toda la eternidad.

Además, habían muchas personas con hambre y sed de Dios que debían ser atendidas, como para dedicar de su escaso tiempo en la tierra atendiendo asuntos familiares. Ya Jesús había estado treinta años de su vida con ellos. Solo le quedaban tres años para hacer su ministerio, formar y preparar a quienes iban a continuar con ese ministerio, para luego ir a morir en la cruz por los pecados de la humanidad.

En el evangelio de Juan nos damos cuenta que ni sus propios hermanos creían en Él (Juan 7:1-9), entonces no tenía sentido que Jesús se dedicara a tratar de convencerlos, habiendo tantas personas ansiosas de ser enseñadas, sumado a que, como el mismo dijo "no hay profeta sin honra, sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa" (Marcos 6:4).

Lo que hizo Jesús entonces, fue dedicar tiempo a aquellos que se convertirían en sus hermanos y hermanas espirituales, ya que como dice Juan 1:12, a los que le aceptan y le reciben, se les da el poder de ser hechos hijos de Dios, de los cuales, Jesús viene a ser el primogénito (Romanos 8:29).

No está mal que amemos a nuestra familia, pero ello no implica que deban absorber nuestro tiempo. Dediquemos lo primero de nosotros a Dios y a obedecerle, alimentando y fortaleciendo nuestros lazos de hermandad con la familia de la fe.

Es mi oración a Dios que esta enseñanza edifique tu vida y puedas compartirla con tus amigos y familiares.

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miércoles, 27 de septiembre de 2017

HABLAR MÁS DE LA CUENTA


¿Recuerdas en cuantos líos te has metido por abrir tu boca para decir lo que no debías? Probablemente son tantas que no podrías decir una cantidad exacta. Y es que hablar más de la cuenta, es algo que nos ha sucedido a todos los seres humanos, y hemos tenido que lidiar con consecuencias que pasan desde vergonzosas y fastidiosas, hasta dolorosas, cuando por causa de nuestras palabras, hemos herido a alguien que amamos.

Jesús acababa de expulsar un demonio que había poseído a una persona, dejándola ciega y muda, y fruto de la liberación hecha por Jesús, este hombre había recuperado la vista y el habla. Esta señal fue presenciada por muchos testigos, de tal manera que empezaron a preguntarse si Jesús era aquel Mesías prometido en las Escrituras.

Pero en ese momento, relata el evangelista, los fariseos llevaron las cosas más allá de lo inimaginable, pues a causa de la envidia y por el deseo de ofender a Jesús, llamaron Beelzebú, príncipe de los demonios, nada más ni nada menos que al Espíritu Santo de Dios. ¡Vaya error irreparable! Su envidia y deseos de ofender, les aseguró una eternidad en lo que conocemos con el nombre de infierno y que el Señor Jesús llamó lugar de los tormentos o tinieblas de afuera y que describe como el lugar donde será un lloro y crujir de dientes.

Ya estos personajes no tenían posibilidad de arrepentimiento, pues cometieron (sin querer queriendo), la tontería de comparar al Espíritu de Dios, santo e indescriptiblemente puro, con un demonio, atestado de maldad. Cualquier otro pecado que hubieran cometido, habrían tenido la oportunidad de arrepentirse y ser perdonados. Pero un momento de ira, motivado por sentimientos de envidia y por la ignorancia que tenían de Dios, aunque manejaran la Ley de Moisés al derecho y al revés, había dejado dictada ya su sentencia.

La Palabra de Dios nos enseña a ser prudentes y no hablemos más de la cuenta. Nos enseña también a descontaminar nuestro corazón de toda mala actitud, pues, "de la abundancia del corazón, habla la boca". Por eso le dijo Jesús a los fariseos: "Haced el árbol bueno y bueno su fruto, o haced el árbol malo, y malo su fruto", porque no tiene sentido que un buen árbol produzca mal fruto, ni tampoco que un mal árbol produzca buen fruto.

De lo que haya en nuestro corazón, sea bueno o sea malo, será lo que produzcamos como fruto, es decir, nuestras acciones y palabras. Pero de todo ello, dice el Señor Jesús, tendremos que dar cuenta a Dios, cuando Él nos llame a juicio. Porque por nuestras palabras seremos justificados o seremos condenados. Y esto no difiere del ser justificados por medio de la fe, como enseña la Palabra de Dios, ya que nuestras palabras hablarán de la fe que realmente hay en nuestro corazón.

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martes, 26 de septiembre de 2017

CUÍDATE DE LEGALISMOS


En una ocasión que Jesús caminaba con los discípulos por unos sembrados, los discípulos empezaron a arrancar espigas para comer, pues tenían hambre. Cuando los fariseos vieron lo que ellos hacían, se acercaron a Jesús para decirle que eso no estaba bien hecho, pues en la Ley de Moisés, Dios les había ordenado no realizar ninguna actividad que significara trabajo.

Cabe anotar que esto lo decían no porque fueran fieles guardadores de los mandamientos de Dios, sino porque estaban acostumbrados a vivir de apariencias. Como el Señor les dijo en una ocasión, ponían cargas sobre los demás, que ellos mismos no eran capaces de llevar.

Pero Jesús, conociendo sus corazones, aprovechó para darles una lección acerca de lo que dicen las Escrituras, de cómo otros hombres actuaron en algún momento contra lo establecido por Dios, pero no con el ánimo de desobedecerle, sino por cuestiones de supervivencia o en el cumplimiento de su labor, como en el caso de los sacerdotes, cuando llevaban a cabo sacrificios en día de reposo, lo cual implicaba un trabajo.

Para el Señor, lo primero es nuestro bienestar, siempre y cuando esto no implique causar daño a otros. En el caso de los discípulos arrancando espigas, no serían condenados por ello, al contrario, el Señor los llama "inocentes", es decir, sin ninguna culpa. Caso contrario, si para comer, le quitaran a alguien más lo que este tuviera para su sustento.

Pero muchas personas viven más pendientes de qué errores, o supuestos errores, cometemos los demás para levantar su dedo acusador en contra nuestra. Frente a esta actitud, el Señor Jesús le dijo a los fariseos: "Si supieseis qué significa: Misericordia quiero y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes", y posteriormente les dijo: "porque el Hijo de Hombre es Señor del día de reposo", sabe bajo qué condiciones lo estableció, y por ello, un rato después, cuando sanó a un hombre con una enfermedad en una de sus manos, les dijo: "... por consiguiente, es lícito hacer el bien en los días de reposo".

Por eso, cuando fijemos nuestros ojos sobre otras personas, no lo hagamos para señalar sus errores, sino por el contrario, para ver si en algo podemos serle útil, ya que misericordia es la cualidad de dolerse por la desgracia o el padecimiento de otro, y si podemos ser de descanso para alguien, contamos con toda la aprobación de Dios para ayudarle.

No carguemos a otros con nuestro juicio, busquemos más bien la forma de ayudarles, pues en ello, está el cumplimiento del segundo mandamiento: "amarás a tu prójimo, como a ti mismo" (Marcos 12:31).

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lunes, 25 de septiembre de 2017

JESÚS, EL LUGAR DE NUESTRO DESCANSO


A lo largo de nuestra vida, pasamos por muchos momentos en los cuales nos sentimos agobiados y con ganas de tirar la toalla. Hay momentos en los cuales parece que los esfuerzos que hacemos para salir de tantos problemas, son infructuosos y sentimos que no podemos más. Situaciones en nuestro trabajo, en nuestros estudios, en el hogar, a nivel personal, o en ocasiones todas juntas, consumen no solo nuestras fuerzas, sino muchas veces también, nuestra esperanza.

Lo bueno de todo esto, es que tenemos un Dios que conoce a la perfección estas emociones. Nuestro Señor Jesús, a lo largo de su vida aquí en la tierra, experimentó todo tipo de sentimientos. En ocasiones experimentó cansancio físico, pero en otras, experimentó agobio en su alma. Pero Él siempre acudió a los brazos de nuestro Padre Dios, en donde hallaba descanso y podía renovar sus fuerzas, porque de lo contrario, hubiera podido sucumbir ante la difícil labor que realizaba.

Y es que, cuando nos adentramos en la Escrituras, vemos que su vida no era para nada fácil. Atendió diariamente a las multitudes (quienes trabajan en atención al público saben cuán desgastante puede ser esta labor), recibía críticas y persecución frecuentemente de sus enemigos (escribas, fariseos, saduceos) quienes buscaban encontrar en Él el más mínimo error para destruirle (aunque nunca pudieron hallar en Él el más mínimo error).

¿Cuánto tiempo podríamos soportar nosotros una labor como la que realizó el Señor, cuando desarrolló Su ministerio en la tierra? Probablemente, no mucho. Hoy en día, cuando en nuestro trabajo enfrentamos situaciones que nos ponen bajo presión, fácilmente estallamos, y hasta es probable que busquemos renunciar para ir a trabajar en otro lugar.

Pero como mencionaba anteriormente, el Señor conoce todas estas situaciones y nos invita a acudir a Él, para dejar toda pesada carga en Su presencia, y así, darnos descanso. Nos propone un cambio de cargas y aprender de su mansedumbre y humildad, para que no terminemos por tirar la toalla, ni explotar contra otras personas, que muchas veces, ni siquiera tienen alguna culpa.

Así, pues, es deber e interés de los pecadores trabajados y cargados, ir a Jesucristo. Este es el llamado: todo aquel que quiera, venga. Todos los que así van, recibirán reposo como regalo de Cristo, y obtendrán paz y consuelo en su corazón. Pero al ir a Él deben tomar su yugo y someterse a su autoridad. Deben aprender de Él todas las cosas acerca de su consuelo y obediencia. Él acepta al siervo dispuesto, por imperfectos que sean sus servicios. Aquí podemos hallar reposo para nuestras almas, y sólo aquí.

No tenemos que temer su yugo. Sus mandamientos son santos, justos y buenos. Requiere negarse a sí mismo y trae dificultades, pero esto es abundantemente recompensado, por la paz y el gozo interior. El yugo de Cristo, es un yugo forrado con amor. Tan poderosos son los socorros que nos da, tan adecuadas las exhortaciones, y tan fuertes las consolaciones que se encuentran en el camino del deber, que podemos decir verdaderamente, que es un yugo agradable.

No lo pienses más, no esperes más. Acércate a Jesús, ríndete ante Él y entrégale todas tus cargas. No cargues más, con aquello que no puedes más, y experimenta paz y quietud en Su presencia.

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