Cuando Juan Bautista comenzó su ministerio, el cual consistía en preparar los corazones de las personas, sensibilizándolos para recibir al Mesías, el Salvador de la humanidad, empezó a predicar el bautismo de arrepentimiento.
El evangelio de Mateo nos muestra cómo en una ocasión llegaron muchos que hacían parte de los fariseos y los saduceos (dos grupos político-religiosos con la diferencia que los primeros creían en la vida después de la muerte, mas no así los saduceos), para hacerse bautizar por Juan.
Juan, en un tono muy fuerte, les llama "generación de víboras", seguido de la pregunta: "¿quién os enseñó a huir de la ira venidera?". A estos personajes, tanto Juan como Jesús, les hablaban de esta manera, porque decían conocer las Sagradas Escrituras, pero su manera de obrar no era consecuente con tal conocimiento. Pero no conformes con ello, oprimían al pueblo, buscaban sacar provecho de su posición de autoridad, no tenían amor por la gente, no eran justos ni hacían misericordia, en pocas palabras, como les dijo Jesús, eran ciegos guías de ciegos, que ni entraban al reino de Dios, ni dejaban entrar a los demás. Por esto, eran acreedores a "la ira venidera", cuando se manifieste el día de la ira de Dios.
Al llegar a Juan para ser bautizados, Juan sabía que no había en ellos un genuino arrepentimiento para bautizarse, sino que esperaban fuera otra ritual más, de los que estaban acostumbrados a realizar, rituales sin ningún sentido, ni actitud de corazón, sino que buscaban era el reconocimiento público, como cuando oraban o ayunaban, que lo hacían era para ser vistos por los demás, acerca de lo cual Jesús dejó claro que esa era su recompensa, y por lo tanto, nada podían esperar de Dios.
Por esto, Juan les dice, "Haced frutos de arrepentimiento", es decir, demuestren con sus actos que están arrepentidos realmente, lo que hacían, ya no lo hagan más. Dios, a través del profeta Isaías, exhorta a Su pueblo a no seguir haciendo rituales sin sentido, sino que aprendan a hacer el bien y que dejen de hacer lo malo, que sean justos, que ayuden a los que tienen necesidad, que restituyan al que ha sido tratado injustamente, etc.
De igual manera, cuando decimos estar arrepentidos, nuestros actos deben demostrar que realmente lo estamos. Pero, si seguimos haciendo lo que es desagradable a los ojos de Dios, ¿qué arrepentimiento es ese? ¿acaso nos creerá Dios?
Por eso, es necesario que nos fortalezcamos cada día delante del Señor en oración, pidiéndole que nos permita dejar de lado todas aquellas acciones y actitudes nuestras que no le agradan, y que en nosotros vea Dios la disposición a luchar contra todo eso que le confesamos. Sólo entonces, tomará un verdadero valor nuestro arrepentimiento.
Si te ha gustado esta enseñanza, compártela con tus amigos y familiares.
Apóyanos dándole "Me Gusta" a la página en facebook: https://www.facebook.com/anillodesellar
También puedes encontrarnos en twitter como @SealRingOfLove, o escríbenos a sellodeamoreterno@gmail.com.
Dios te bendiga y que tengas un excelente día.