EL CORAZÓN COMPASIVO DE JESÚS

Después de enterarse de la muerte de Juan el Bautista, Jesús decide retirarse a un lugar apartado y desierto, muy probablemente a hacer su duelo en la presencia de Dios Padre, a donde siempre acudía para ser fortalecido.

Pero desde que comenzó a hacer milagros, rara vez podía encontrarse a solas, porque la gente le seguía a donde quiera que iba. A la gente no le importaba caminar grandes distancias con tal de llegar hasta donde estaba Jesús, y esto conmovía al Señor. Ellos demostraban una gran necesidad en sus vidas, tanto en el cuerpo, como en el alma y en el espíritu. No les importaba que les cogiera la noche en el lugar donde estaba Jesús, con Él se sentían seguros, acompañados. Ninguno pensaba en que debía trabajar al día siguiente, o lo que pudiera estar sucediendo en sus casas. Estaban con quien les hacía sentir plenos.

La compasión que había en el corazón de Jesús, no iba a permitir que la gente se fuera a caminar hambrienta por el desierto. Para Jesús no ningún problema satisfacer su hombre corporal, de la misma manera que había ya saciado su hambre espiritual. Pero los discípulos de Jesús, no sabían lo que el Señor tenía pensado hacer. Por eso le sugieren que despida a la gente, para que de camino a sus hogares, pudieran abastecerse de alimentos; a lo cual, Jesús les responde: "No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer".

Con esto, el Señor aprovecha para dar una lección nueva a sus discípulos. Hacía pocos días ellos había ido a pueblos aledaños a llevar el evangelio. Habían llegado felices porque habían visto que en el nombre de Jesús había realizado sanidades y habían echado fuera demonios; pero Jesús esta vez les enseña que Dios no solo provee para satisfacer necesidades de nuestro espíritu, sino que también puede saciar nuestras necesidades físicas. Además, de que no debían preocuparse porque hubiera poco o hubiera mucho, pues Dios multiplicar lo poco que podamos tener: "El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas"(Isaías 40:29).

Sentir compasión en muy diferente a sentir lástima. La lástima se limita a sólo observar a quien padece una "desgracia", tal vez acompañado de un comentario como "pobre hombre o pobre mujer...", "pobrecito, pobrecita...", y simplemente, seguir de largo. La compasión es el sentimiento generado por la misericordia. La misericordia es la cualidad de dolerse por la desgracia de otro, a la vez, que le brindamos ayuda en su necesidad.

Así, el Señor Jesús, veía la gran necesidad en las personas, la misma necesidad que seguimos teniendo hoy en día, necesidad de Su presencia, necesidad de satisfacer necesidades tanto físicas, como emocionales y espirituales. Y al igual que en aquel tiempo, Él continúa proveyendo para satisfacer nuestras necesidades. Muchas personas padecen a causa de necesidades insatisfechas, porque no han conocido al Señor. Algunos tal vez hayan escuchado hablar de Él, pero no ha acudido a Su presencia para recibir toda la provisión del amor de Dios. "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?" (Romanos 8:32).

Por eso, debes aprender a acercarte al Señor (aunque no solo para que Él supla necesidades físicas o materiales), pues cerquita de Dios, verás como nuestro Padre infinitamente bueno, satisfará todas las necesidades de tu vida, en lo físico, en lo emocional y en lo espiritual.

Le pido al Señor que esta enseñanza edifique tu vida y puedas compartirla con tus amigos y familiares.

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EL PESO DE LA CONCIENCIA

Mateo 14 nos presenta la forma en que Juan el Bautista fue vilmente asesinado, por parte de Herodes Antipas, tetrarca (gobernador) de Galilea y Perea, territorios al norte y al occidente de Israel, respectivamente.

Juan el Bautista, se había hecho fastidioso para Herodes, porque este lo reprendía severamente, por estar viviendo en adulterio con Herodías, mujer de su hermanastro Felipe, razón por la cual, decidió encarcelarlo. Sin embargo, esto no era suficiente para Herodías, quien lo odiaba a muerte, porque Juan interfería en su vida, al reprender a Herodes. Lo odiaba a tal punto, que deseaba matarlo, pero no podía, porque a pesar de que se había hecho fastidioso para Herodes, este le temía, al saber que era un varón justo y santo.

Pero, a pesar de que Herodes lo protegía, Herodías se las ingenió para cumplir con su cometido. Y fue así, como el día del cumpleaños de Herodes, cuando este ofreció un banquete a los príncipes, tribunos y principales de Galilea, entró Salomé, hija de Herodías, a ofrecerle una danza a Herodes, quien prometió darle lo que ella le pidiera. Salomé entonces, asesorada por Herodías, pidió la cabeza de Juan el Bautista. Herodes, sintiéndose presionado por su juramento y por quienes fueron testigos de su promesa, envió a que decapitaran a Juan.

Pero a partir de ese momento, no tuvo tranquilidad en su mente ni en su corazón. El remordimiento y el sentimiento de culpa por lo que había hecho, habían acabado con toda su tranquilidad. Tanto así, que cuando escuchó acerca de Jesús, de inmediato dijo: "Este es Juan el Bautista; ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes".

Mientras que Juan el Bautista tuvo que padecer la muerte por no callar la verdad y reprender las malas obras de quien gobernaba en aquel entonces; aquel que ordenó su asesinato, pasó a ser preso de la culpa y el miedo.

El peso en nuestras conciencias por cosas que hemos hecho mal, es algo que muchas veces nos lleva a vivir atemorizados y con sentimientos de culpa que nos minimizan. Y aunque Herodes tenía una muy buena razón para sentirse culpable, si se hubiera acercado al Señor, habría sido liberado de ese peso, tal y como sucedió con Pablo, antes llamado Saulo, el cual durante algún tiempo se dedicó a perseguir a los cristianos, consintiendo en la muerte de algunos como Esteban (Hechos 8:1-3).

Dios quiere que sepas que Él puede liberarte del peso de la culpa y de los miedos que trae consigo el pecado. Si tan sólo te acercas en el nombre de Jesús y te rindes ante Su presencia, confesando todos tus pecados, "Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1ª Juan 1:9).

Es mi oración a Dios que esta enseñanza edifique tu vida y puedas compartirla con tus amigos y familiares.

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MARAVILLADOS, MAS NO TRANSFORMADOS

Los eventos que narra Mateo 13: 53-58, tienen lugar en Nazareth, tierra donde se crió el Salvador de la humanidad, se entienden mejor cuando se complementa la lectura con el evangelio de Lucas 4:16-30 y Marcos 6:1-6.

Recordemos que, cuando Herodes mandó asesinar a todos los niños menores de 2 años, temiendo la profecía del Mesías, Dios le dijo a José que tomara a María y a Jesús, y huyeran a Egipto, lugar donde estuvieron exiliados durante 8 años. Pero después de la muerte de Herodes, Dios le dice nuevamente a José, que ya es hora de regresar a Israel y se radican en la ciudad de Nazareth, ciudad ubicada en la región de Galilea al norte de Israel.

Allí transcurre la vida de Jesús hasta los 30 años, tiempo en el que Jesús no realizó ningún milagro, ni dio ninguna enseñanza. Sólo se dedicó al oficio de su padre terrenal, José, el cual era carpintero (Mateo 13:55, Marcos 6:3). Y es que en Israel, los hijos aprendían el oficio de sus padres.

Por esta razón, cuando Jesús regresa a Nazareth, se encuentra con un panorama de incredulidad tal, que no hizo muchas señales en su propia tierra. Las gente que lo conocía no podía creer lo que había oído acerca de Jesús. A pesar de que su fama crecía y que estaban maravillados por la forma en que Jesús les hablaba y el conocimiento y sabiduría que tenía, pero en sus corazones no había lugar para creer que ese muchacho que habían visto crecer entre ellos, podría ser el Mesías prometido.

¿Cómo podía ser? Ellos habían conocido a José, conocían a María y conocían a sus hermanos y hermanas. Nunca iban a aceptar que este hombre, al que habían visto común y corriente, era el Hijo de Dios.

Tanta era su incredulidad, que Jesús solo realizó unas pocas sanidades allí, y cuando Él les dijo que no realizaría señales en medio de ellos, ellos se llenaron de ira y pretendieron lanzarlo desde la cumbre del monte donde se encontraba Nazareth.

¿Alguien que cree en el Hijo de Dios, tendría tales pretensiones? Sus hechos hablaron de la incredulidad que había en ellos.

Eso mismo que le ocurrió al Señor, continúa ocurriendo hoy en día. Muchos hombres y mujeres que han sido transformados por Dios, realizan sus ministerios lejos de los lugares donde fueron conocidos, porque para las personas que le conocieron, siempre serán los mismos, dándoles poca o ninguna credibilidad.

También nos encontramos con que muchas personas hoy por hoy, escuchan maravillados los sermones y predicaciones de muchos pastores, dan buen testimonio de ellos, pero sus vidas siguen igual. La falta de fe en sus corazones, impide que haya en ellos una transformación genuina, y por tal motivo, su crecimiento espiritual es poco o ninguno.

Si estás en esta situación, confiésale a Dios tu falta de fe. Ora y pídele que ponga en tu corazón la fe suficiente de tal manera que nunca vuelvas a dudar de Su Palabra; pues de nada sirve escuchar la Palabra de Dios, si la incredulidad ha convertido tu corazón en una roca, imposible de penetrar.

No te quedes simplemente maravillado, deja que la Palabra de Dios te transforme.

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EL REINO DE LOS CIELOS

Probablemente, si pensamos en el Reino de los Cielos, podríamos imaginarnos algo así como un lugar en el aire y lleno de nubes, o hermosas praderas llenas de flores con deliciosas fragancias, en donde podemos descansar y en donde nos embarga un incontrolable sentimiento de felicidad, además de tener la oportunidad de ver al Señor con mucha frecuencia.

Pero en esta ocasión, lo que Jesús habla del Reino de los Cielos, nos permite entender, no tanto cómo se ve, sino como se extiende. El Señor utilizó para esta enseñanza tres parábolas; en la primera, lo comparó con un hombre que sembró una buena semilla en su campo; en la segunda, lo comparó con un grano de mostaza; y en la tercera, lo comparó con la levadura puesta en la harina.

Pero para empezar a hablar del Reino de los Cielos, no comenzaremos desde ninguna de estas tres parábolas, sino desde la predicación de Juan el Bautista. En su mensaje él decía: "arrepiéntanse, porque el Reino de los Cielos se ha acercado". Con la llegada de Jesús a la tierra, y más exactamente, con el comienzo de Su ministerio, es que el Reino de los Cielos se había acercado.

Y ahora si, podemos empezar a hablar de la primera parábola. El hombre que sembró la semilla, es el Señor Jesucristo, la buena semilla,  son los creyentes o hijos del Reino y el campo es el planeta Tierra. A partir de ese momento, comenzó el Señor a hacer discípulos y a predicar a las personas. Lo que comenzó fue una multiplicación, de la misma manera como la levadura leuda toda la masa, o también, podemos decir que comenzó a crecer, así como crece la semilla de mostaza.

Hoy en día, son millones de personas las que han rendido su corazón al Señor, pasando a formar parte del pueblo que Dios ha apartado para sí; pueblo que viene a ser el Reino de los Cielos aquí en la tierra, el cual va creciendo como la semilla de mostaza, o como la masa leudada.

Claro está, que también es necesario que hablemos de la cizaña que fue sembrada en el mismo campo donde fue sembrado el Reino de los Cielos. Y se refiere a aquellas personas que, aunque están en medio de la congregación de los hijos de Dios, nunca recibieron a Jesús de corazón, mas sin embargo, haciéndose pasar como si fueran parte de ellos. Estos son puestos allí por el enemigo, Satanás, para crear división e intentar dañar parte de la cosecha de Señor.

Debemos recordar que cuando Jesús enseñó a orar a los discípulos, una de las frases que les dijo fue: "venga a nosotros tu reino", queriendo que ellos clamaran por el establecimiento de la iglesia. El Reino de los Cielos lleva ya casi 2.000 años extendiéndose por el mundo, intentando "leudar" toda la masa (humanidad) y nada ha podido detener su crecimiento.

Y tú que lees esta reflexión, ¿Cómo estás en relación con el Reino de los Cielos?, ¿Eres del trigo que será recogido en el granero del Señor o eres la cizaña que será quemada?

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¿QUIÉN ENTIENDE EL MENSAJE DEL SEÑOR?

Después de que Jesús terminó de hablarle a la gente la parábola del sembrador, sus discípulos quisieron saber por qué Jesús les hablaba de esta manera y por qué no lo hacía a través de un mensaje claro y directo.

Al hablarle Jesús por parábolas al pueblo, tenía el doble propósito de mostrarles, pero a su vez de esconderles “los misterios del Reino de los Cielos”. Su mensaje era algo como una luz nueva y atrayente, para aquellos que conocen y gustan de tales "misterios", aun cuando sea en un grado pequeño; mas para los que son insensibles a las cosas espirituales, es como si fueran cuentos, sólo un entretenimiento momentáneo.

Cuando Jesús afirma que "a cualquiera que tiene se le dará, y tendrá más", se está refiriendo a aquellos que tienen el anhelo de conocer, es decir, a quienes guardan como cosa de alta estima las enseñanzas recibidas del Señor, serán recompensados al recibir más de aquello que tanto se aprecia; "pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado", se refiere a quien no valora las enseñanzas recibidas y las deja escapar, o simplemente no las usa, como si fueran tales enseñanzas como una cosa sin valor.

Antes de esta ocasión, Jesús no les había hablado por parábolas y esto fue lo que extrañó a los discípulos; pero, es que hasta ese momento fue que sus milagros fueron ridículamente atribuidos a Satanás. Ellos ya habían visto muchas señales, pero viendo no vieron, porque cerraron sus ojos; y oyendo no oyeron, ni entendieron, a pesar de que Mateo 7:29 nos dice claramente que "la gente se maravillaba de su doctrina, porque les hablaba con autoridad y no como los escribas".

En las personas que todos los días iban siguiendo a Jesús, viendo las señales que hacía y escuchando sus enseñanzas, se cumplió la profecía de Isaías cuando dijo "De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis". Profecía que aún hoy en día se cumple, pues son muchos los que oyen, pero no entienden, y muchos los que ven, pero no logran percibir la salvación de Dios.

El mensaje de Jesús se hacía comprensible para aquellos que no habían "engrosado" su corazón, es decir, para quienes no lo volvieron una roca impenetrable; pero para quienes cerraron su mente, queriendo filtrar las verdades de Dios a través de su pobre y limitada lógica humana, argumentando en contra de la Palabra de Dios, para aquellos el mensaje era como un cuento y nada más, un mensaje que no lograba transformar sus vidas vacías, y como consecuencia, no podían volverse a Dios, ni recibir de Él, sanidad para sus vidas.

Pero los discípulos fueron bienaventurados, ¿por qué?, porque ellos habían dispuesto en su corazón conocer al Señor y aprender de Él, dejaron todo para seguirle, fueron vasos vacíos que empezaron a ser llenados. Sus oídos no estaban obstruidos por los argumentos en sus mentes, ni sus ojos cegados por el orgullo, ni la soberbia. Fue por eso, que ellos pudieron ver y oír, lo que muchos profetas y justos desearon.

Y tú, ¿entiendes el mensaje del Señor?

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