Cuando el arcángel Gabriel anunció a María el nacimiento de Jesús, ya Elisabet, parienta suya y madre de Juan, tenía 6 meses de embarazo, es decir, Juan tan solo era 6 meses mayor que nuestro Señor Jesús. Su vida, aunque corta, fue muy productiva. No sabemos a los cuántos años comenzó Juan su ministerio (preparar el camino del Señor), pero si, que una vez Jesús comenzó el suyo, terminó el de Juan, para ser muerto a manos de Herodes, cuando apenas tenía entre 30 y 31 años.
Juan se encargó de predicar el arrepentimiento de los pecados y la llegada del reino de los cielos a la tierra. Era un hombre abnegado, muerto para todas las pompas del mundo y los placeres de los sentidos. Un hombre que, en todas sus apariencias, era coherente con su carácter y situación.
Jesús se refirió a Juan como más que un profeta, por la importancia de su misión. Juan era el mensajero de Dios que prepararía el camino del Cordero de Dios, es decir, prepararía los corazones del pueblo para que fueran sensibles y receptivos a la venida de Jesús. Es por eso que Jesús dice de Juan que es el más grande de todos los seres humanos, pero que aún así, el más pequeño en el Reino de los Cielos, es mayor que él, dándonos a entender la superioridad del Reino de Dios, un reino espiritual, sobre la tierra, un mundo material, y por lo tanto, vano y perecedero. El rey David comprendió esto, y en el Salmo 8:4-5 escribió lo siguiente:
"Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra."
El menor en el cielo sabe más, conoce mejor al Señor, ama más, hace más alabando a Dios, vive de más y mejor, y recibe más de Dios, que el más grande de este mundo.
Pero de Juan aún hoy podemos aprender a negarnos a nosotros mismos, a menguar en nuestro ego y dejar que Cristo crezca en nosotros, de tal manera que cada vez se note menos de nosotros, de nuestro carácter y actitudes, para que se evidencie el amor y carácter de Cristo.
Hoy los cristianos podemos continuar con el ministerio de Juan el Bautista, preparando el camino del Señor, sensibilizando los corazones de muchos, para que le rindan sus vidas y le reconozcan como Señor y Salvador; predicando el arrepentimiento del pecado y el acercamiento del Reino de los Cielos con la venida de Jesús, el Hijo de Dios.
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Dios te bendiga y que tengas un excelente día.