BIENVENIDO A MENSAJEROS DE VIDA ETERNA

Espero que el contenido de los temas expuestos en este blog, sirvan para que tu vida sea cimentada y edificada en la Palabra de Dios que produce vida en todo aquel que la recibe.

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RAIMOND ESCORCIA ROMERO
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viernes, 15 de septiembre de 2017

LOS DOCE APÓSTOLES


El Señor Jesús después de manifestar su preocupación por las multitudes, ya que andaban como ovejas que no tienen pastor, escogió a doce de entre los que le seguían, para que empezaran a replicar la labor que Él mismo hacía: ministrar con el poder del Espíritu Santo en las necesidades de la gente.

La labor que les encomendó, era una labor integral, pues Dios no es respuesta únicamente para un área en particular en nuestra vida, sino que trata todas las áreas de nuestro ser, a saber, espíritu, alma y cuerpo (1ª Tesalonicenses 5:23).

Pero el Señor los envía con unas instrucciones específicas, tales como, "por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de Israel". Era necesario que el evangelio fuera predicado primero al pueblo judío. No se debe llevar el evangelio a los gentiles hasta que los judíos lo hayan rechazado. Esta limitación a los apóstoles fue sólo para su primera misión. Por donde quiera que fueran debían proclamar: El reino de los cielos se ha acercado.

Jesús les dio poder para hacer milagros como confirmación de su doctrina. La intención del evangelio que les envió a predicar, era ministrar sanidad en el espíritu, resucitando a los que estaban muertos en pecado, en el alma expulsando demonios y sanando toda dolencia, y en el cuerpo sanando toda enfermedad de origen físico.

Les encargó que no llevaran dinero, ni otra muda de ropa, ni más calzado, sino que debían recibir lo que Dios les proveería a través de las personas a las que iban a ministrar. Esto nos enseña que su labor era digna de ser reconocida y que su salario debería venir de aquellos a quienes llevaban el alimento espiritual, pero también, nos enseña que debían aprender a depender únicamente de Dios; y es que nosotros somos muy dados a sentirnos tranquilos cuando llevamos dinero con qué suplir nuestras necesidades, pero cuando no lo tenemos, la preocupación invade nuestra mente y se roba nuestra paz.

Les dice qué hacer en las ciudades y pueblos desconocidos, no debían quedarse en cualquier lugar, sino recibir hospedaje de personas de buen testimonio de vida, personas no precisamente de una alta posición social, sino personas serviciales y afables.  Debían declarar la paz en toda casa donde entraran, pues el siervo de Cristo es embajador de la paz en cualquier parte donde sea enviado.

Y por último, les aclara que habrá lugares donde no serían bien recibidos, y que cuando así fuera, debían salir de aquella casa o ciudad sacudiendo el polvo de sus pies, en señal de que ellos con vigor se libraban de toda conexión con aquellas personas, y de toda responsabilidad por haber sido rechazados ellos y su mensaje.

Esta labor encargada por el Señor, continúa aún vigente y siendo realizada por miles de personas que han decidido atender el llamado del Señor de llevar el evangelio por el mundo entero, para que se cumpla el plan de Dios, de rescatar a todo aquel que recibiere el evangelio de salvación de nuestro Señor Jesucristo.

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jueves, 14 de septiembre de 2017

LA PREOCUPACIÓN DE JESÚS


Recuerdo que en alguna ocasión, un amigo decía "A Dios no le importa lo que suceda aquí con nosotros, Él está allá arriba y nosotros aquí que nos defendamos como podamos". Qué palabras más equivocadas salieron de la boca de aquel amigo. Y tal vez muchas personas piensen de la manera en que ese amigo lo hacía, pero esto sucede por el desconocimiento de Su palabra.

En este pasaje de Mateo 9, el evangelista nos muestra qué hay en el corazón del Señor realmente hacia nosotros los seres humanos. En aquel entonces, dice la Escritura, que Jesús iba recorriendo todas las ciudades y aldeas enseñando y predicando el evangelio de reino, haciendo sanidades y quitando toda dolencia en el pueblo, y leyendo en los versículos anteriores, vemos que también iba echando fuera demonios.

Pero en medio de su labor, Jesús se detiene a observar cómo lo seguían las multitudes. Era imposible no notar que tenían una tremenda necesidad insatisfecha en sus corazones: la necesidad de ser ministrados con el amor y la palabra de Dios. Hasta el momento, lo único que conocían era a religiosos prepotentes, sin amor, faltos de sabiduría (aunque tuvieran mucho conocimiento), que vivían de apariencias, con tal guardar un estatus, y lo peor de todo, una vida sin frutos. Eran señaladores de los pecados del pueblo, y ponían cargas que ni ellos mismos eran capaces de llevar. Ninguno de ellos movilizaba las masas, su doctrina no tenía autoridad moral, ni espiritual.

Entonces, al verles Jesús, sintió compasión en su corazón. Vio la desgracia que padecían. Eran personas con hambre y sed de Dios, pero los líderes religiosos no eran esas personas que pudieran satisfacer tal necesidad. Eran ovejas que no tenían un pastor que les guiara.

Y es que, si nos detenemos a pensar en la labor de un pastor que cuida un rebaño, es una labor de la que depende la vida de las ovejas. El pastor es el encargado de guiar a las ovejas hacia los pastos para que coman, a los abrevaderos para que beban, es el encargado de librarlas de las fieras del campo, debe vendar a la que se rompa una pierna, sacar con su cayado a la que cae en un hoyo. Sin el pastor, fácilmente morirían las ovejas. 

De igual manera, Jesús se preocupó porque esto estaba sucediendo con las personas. Y por eso le dice a sus discípulos: "La mies es mucha, pero los obreros son pocos. Rogad pues al Señor de la mies, para que envíe obreros a Su mies". Hoy en día seguimos viendo la misma escena; millones de personas caminan por la vida sin tener quien les cuide y les guíe. Ante esto, han aparecido muchos pastores impostores que sólo buscan sacar provecho de las ovejas, sin importarles su bienestar, sin velar por su cuidado y por llevarles a buenos pastos y abrevaderos para que sacien su hambre y sed de Dios.

El apóstol Pablo en 1ª de Tesalonicenses 2, habla del cuidado que han tenido para con la feligresía de Tesalónica, habla de cómo los cuidaron con ternura, les predicaron el evangelio, siendo de una conducta santa, justa e irreprensible, exhortándolos y consolándolos cuando era necesario, como lo haría un padre con sus hijos.

Toda persona necesita ese tipo de cuidados, y esa es la preocupación de Jesús para con todos nosotros, porque fue por todos nosotros que vino a dar Su vida, para que tuviéramos vida en abundancia.

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miércoles, 13 de septiembre de 2017

TRANSFORMADOS POR EL SEÑOR

¿Alguna vez te has preguntado que quiere Dios contigo? o, ¿eres de los que cree que Dios no se interesa por ti?

Aunque en el pasaje de Mateo 9:14-17 se menciona el tema del ayuno, no me detendré en él, pero si lo abordaré más adelante. En esta ocasión me enfocaré en la respuesta de Jesús, acerca del vestido viejo y el remiendo nuevo, y los odres (recipientes en cuero que utilizaban para almacenar algunos líquidos) viejos y el vino nuevo.

Existen dos verdades indiscutibles en el corazón de Dios con respecto a nosotros: la primera, es que Dios nos ama y quiere que todos seamos salvos, y la segunda, que Dios no quiere dejarnos tal y como somos, sino que desea nuestra transformación, de tal manera, que nos parezcamos cada vez más al Hijo por excelencia, Jesús el Cristo.

Cuando los discípulos de Juan le preguntaron a Jesús por qué Sus discípulos no ayunaban, Él les responde que los que están de bodas no pueden estar de luto. Y es que, generalmente, cuando el pueblo se metía en ayuno, lo hacía por alguna situación difícil en la que necesitaban una respuesta inmediata del favor de Dios, aunque en la actualidad también se practica como una disciplina espiritual que nos ayuda a permanecer en la presencia de Dios.

Pero Jesús estaba en un proceso de formación con Sus discípulos. Él sabía que antes de enseñarles algunas disciplinas espirituales, primero debía transformarlos. De lo contrario, sería como remendar vestidos viejos o echar vino nuevo en odres viejos. Si a un vestido viejo que esté roto, le ponemos un remiendo con un pedazo de tela nueva, la presión del remiendo nuevo más el hilo, hará que el vestido viejo empiece a ceder, hasta que termina haciéndose un roto más grande que el que tenía inicialmente. De igual manera sucede con los odres. Si se utiliza un odre ya viejo para almacenar vino nuevo, el odre termina por dañarse, haciendo que el vino se derrame y ambos se perderían.

Por esto es preciso que Dios nos renueve, porque si se depositara en nosotros las enseñanzas espirituales siendo todavía los mismos, nuestra naturaleza pecaminosa las echaría a perder, pues para aquel que no es nacido de Dios, las cosas del espíritu son locura y no las puede entender (1ª Corintios 2:14), pues todo intenta pasarlo por la lógica humana. Esta es la razón por la cual muchas veces perdemos el tiempo al intentar explicar asuntos espirituales a personas que no han recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador para que se produzca en ellos el nuevo nacimiento.

Una vez terminara el proceso de formación de los discípulos, el esposo les sería quitado, es decir, Jesús volvería a Su lugar al lado del Padre y entonces ellos, siendo unas personas totalmente diferentes, hombres transformados, no solo ayunarían, sino que vivirían todas las disciplinas espirituales, de una manera totalmente diferente a la que las hacían otros hombres entregados a la religiosidad, mas no al control del Espíritu Santo.

Y ahora que sabes que lo que Dios quiere hacer contigo, ¿te animas a soltarte en Sus manos?

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martes, 12 de septiembre de 2017

SALVACIÓN PARA SERES IMPERFECTOS


En el tiempo en el que vino nuestro Señor Jesucristo a la tierra, en Israel existía una clase religiosa marcada por la hipocresía, amante de guardar apariencias y que mantenía alejado de Dios el corazón del pueblo de Israel, tal y como lo asevera el Señor al citar al profeta Isaías en Mateo 15. Y es que en muchas ocasiones el Señor tuvo que exhortarles al ver la falsedad de sus vidas. 

En Mateo 9, la Biblia relata que en una ocasión Jesús entró en casa de Mateo (también llamado Leví), el que fuera publicano (recaudador de impuestos) y dejó su oficio para convertirse en discípulo de Jesús. En dicha ocasión, Mateo le preparó un banquete al Señor Jesús, pero también asistieron al banquete otros publicanos y pecadores. Al ver esta escena, los escribas (personas que se dedicaban a la transcripción de las Escrituras) y los fariseos, empezaron a murmurar contra Jesús por sentarse a la mesa con estas personas, las cuales eran consideradas indignas y que sentarse a comer con ellos era contaminarse con sus pecados, y le preguntaron a los discípulos de Jesús por qué su Maestro hacía esto.

Pero Jesús, oyendo lo que preguntaban, les dijo "los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos", dando a entender que precisamente a este tipo de personas había venido a buscar. Personas que comúnmente eran aborrecidas y excluidas, por su pecado. Precisamente en el versículo 13, Jesús cita al profeta Oseas cuando dijo "misericordia quiero y no sacrificio" y luego les dice que no vino a llamar a justos, sino a los pecadores a que se arrepientan.

Es claro que Jesús no consideraba justos a los religiosos de la época, sino que ellos se consideraban a sí mismos como justos, y así lo enseña el Señor en la parábola del fariseo y el publicano (Lucas 18).

Este relato del evangelio, la encontramos también explicada por el apóstol Pablo, cuando en 1ª Corintios 1, enseña que Dios no ha llamado para ser Su pueblo a sabios, ni hombres poderosos, ni hombres de mucho estudio, sino que ha llamado para sí a hombres y mujeres que son lo vil y lo menos apreciado del mundo, a necios y débiles, para avergonzar a sabios, a poderosos y entendidos, porque nadie podrá ensalzarse delante de Dios.

Así que, si eres una persona apocada por el mundo y menospreciada, una persona que es vil a los ojos de los demás, te tengo una buena noticia: Jesús vino también por ti. Ábrele las puertas de tu corazón y deja que Él haga de ti la persona que Él quiera que seas.

Si quieres hacerlo, repite en la intimidad esta oración:

"Señor Jesús, hoy me acerco a ti para expresarte la necesidad que tengo de ti.
Sé y confieso, que Tú moriste en la cruz para pagar por mis pecados.
Hoy te abro las puertas de mi corazón, pidiéndote que entres a mi vida; te recibo como mi Señor y Salvador, para que hagas de mi, la persona que Tú quieres que yo sea.
Gracias por darme la vida y por hacer posible que hoy yo sea hijo del Padre Celestial.
Amén".

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lunes, 11 de septiembre de 2017

ENFERMOS POR EL PECADO

Una de las cosas por las que más nos preocupamos los seres humanos, es por gozar de una buena salud. Y es que no padecer enfermedad alguna, nos permite sentirnos libres, felices y agradecidos. Pero cuando alguna enfermedad se hace presente, nos sentimos agobiados, preocupados y, dependiendo de la gravedad de tal enfermedad, podemos llegar a sentirnos infelices y desafortunados.

En una ocasión (capítulo 9 del evangelio de San Juan), Jesús vio a un hombre que era ciego de nacimiento. Al verlo también sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién pecó, este o sus padres para que haya nacido ciego?", a lo cual, Jesús respondió: "No es que pecó este, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él".

La pregunta de los discípulos, permite entender que hay enfermedades que padecemos y que no tienen origen en algún mal funcionamiento de nuestro organismo, sino que aparecen como consecuencia de transgredir los mandamientos de Dios. Y es que, la medicina moderna nos enseña que, alrededor de un 70% de las enfermedades padecidas por el ser humano son psicosomáticas, es decir, tienen su origen en el alma.

Para el momento en el que llevaron a este hombre paralítico donde Jesús, ya Él había realizado muchos milagros y sanidades. Pero hasta ese momento, a ninguno que hubiera ido buscándole para ser sano, le había declarado perdonarle los pecados. Y es porque Jesús entendió que el origen de la enfermedad de este hombre no era por un defecto físico, sino por el efecto del pecado.

Pero, ¿cómo puede enfermarnos el pecado?

Dependiendo del pecado y que cometamos será la afectación de la salud que padezcamos, repito, cuando es a causa del pecado que se presenta la enfermedad. Por ejemplo, una persona que consume alcohol puede llegar a padecer de cirrosis o de alguna enfermedad del sistema nervioso; una persona que consuma drogas o tabaco, puede llegar a padecer de los pulmones o la garganta, cuando es por bronco aspiración; una persona que cometa adulterio o fornicación, puede llegar a adquirir una enfermedad de transmisión sexual; una persona que acumula odios y resentimientos puede llegar a padecer cáncer o artritis; y así, hay muchas enfermedades que se derivan de desobedecer las instrucciones que nos dejó Dios en el Manual de Vida: La Biblia.

Por eso, si padeces de alguna enfermedad que sabes que llegó a ti a causa del pecado, arrepiéntete y acércate a Dios, pídele perdón por tus pecados y pídele ser sano de la enfermedad que te aqueje. Si no estás enfermo, pero vives en alguna situación de pecado, apártate de tal situación, antes de que traiga consecuencias sobre tu vida, y de igual manera, acércate a Dios para pedirle perdón por tus pecados, porque tenemos un Dios que nos dice que Él es justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad, si nosotros confesamos delante de Él toda maldad.

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