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En este capítulo 18 del evangelio de Mateo, el Señor Jesús le enseña a los discípulos otra lección trascendental para nuestras vidas: El perdón. Acerca del perdón es mucho lo que hay para decir, pero intentaré ser breve.
Pedro le pregunta a Jesús si debía perdonar a aquel que pecara contra él sólo siete veces, a lo que el Señor le responde: "no te digo que siete, sino aun, hasta setenta veces siete", dando a entender que no debemos llevar la cuenta de cuánto perdonamos, pues Dios no nos lleva la cuenta a nosotros. El perdón es algo que no puede tener un límite, como pretendía Pedro, pues Dios a nosotros no se cansa de perdonarnos nuestras faltas.
Muchas personas arrastran consigo durante años y años, sentimientos de odio, rencor, y resentimiento, debido a que no han tomado nunca la decisión de perdonar a aquellas personas que los ofenden, acarreando para sí mismos una vida de real amargura.
Después de responder a Pedro su pregunta, el Señor Jesús les refiere una parábola a los discípulos acerca del perdón, en la que nos enseña que Dios a nosotros nos ha perdonado muchísimo, tanto, que sería imposible llevar la cuenta de cuánto nos ha perdonado el Señor, pero que a nosotros nos cuesta perdonar aún pequeñas ofensas. Y termina diciéndoles, que así como en la parábola, si nosotros no perdonamos a nuestros hermanos, tampoco Dios nos perdonará a nosotros nuestras ofensas.
Y es que, muchas veces hemos orado a Dios con el "Padre nuestro", diciéndole: "perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden", pero sin ponerle inteligencia a las palabras que estamos repitiendo, pues esta frase quiere decir que le pedimos a Dios que nos perdone si nosotros perdonamos, pero también le estamos diciendo que no nos perdone cuando nosotros no perdonamos.
Lo que impide que tengamos en nuestro corazón la disposición de perdonar, es nuestro ego herido. Cuando alguien nos ofende, es nuestro orgullo el que impide que asumamos nosotros la ofensa, como lo hizo nuestro Señor Jesús, que después de ser golpeado, traicionado, abofeteado, insultado, escupido y torturado, lo único que tuvo para decir fue "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen".
Pero la falta de perdón es algo que abunda en nuestro país y en el mundo entero, donde la sed de venganza muchas veces nos enceguece, olvidándonos de la misericordia, aquella misma con la que esperamos ser tratados, cuando somos nosotros los que hemos cometido alguna falta.
Y si Dios nos ha perdonado tanto, ¿por qué no perdonar nosotros a los que nos ofenden? Tengamos en cuenta que nunca las ofensas que nos hagan los demás, serán tantas como las ofensas que cometemos nosotros en contra de nuestros hermanos y en contra de Dios, y si nosotros no los perdonamos, tampoco Dios nos perdonará a nosotros.
Pídele a Dios que ponga en ti un corazón perdonador, ya que así, también tú podrás ser beneficiario del perdón de Dios.
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Dios te bendiga y que tengas un excelente día.
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