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Después de que Jesús le dio de comer a las más de cinco mil personas que estaban con Él, escuchando sus enseñanzas, le dijo a sus discípulos que fueran adelante en la barca. El Señor envió a la gente a sus casas y luego se fue a orar. Estuvo orando hasta altas horas de la madrugada, para después ir caminando hasta donde estaban sus discípulos en medio del mar.
Recordemos que antes de reunirse con las multitudes que le seguían, el Señor estaba buscando estar a solas para orar al Padre, posiblemente buscando en Él consuelo, por la muerte de Juan el bautista. Pero a causa de la gente que le siguió hasta donde Él estaba, no pudo tener ese tiempo a solas con su Padre. Por esta razón, cuando vio que podía despedir a la gente, también le dijo a los discípulos que fueran ellos adelante, y así, Él iba a poder estar en soledad con el Padre, como lo estaba necesitando.
Hay ocasiones en las que necesitamos y debemos aislarnos de todo, del trajín del día a día, de las personas que nos rodean, de los problemas, etc. para buscar la presencia de Dios y ser fortalecidos, dejándole a Él todas nuestras preocupaciones, nuestras angustias, nuestros temores y nuestras cargas.
Posteriormente, el Señor va caminando sobre las aguas y los discípulos al verlo, se llenan de temor. Pero el Señor los alienta y les dice que no deben temer, que al que veían no era un fantasma, sino Él mismo. Pero Pedro le dice que si realmente es Él, que ordene que también Él pueda ir caminando sobre las aguas, a lo que el Señor le dice: Ven. Pedro comienza a caminar, pero quita su mirada del Señor, para fijarla sobre el fuerte viento, lo que le hizo llenarse de temor y comenzar a hundirse. Le clamó al Señor que lo salvara, y Jesús, extendiendo su mano, lo salvó. De inmediato le reprochó su falta de fe y al subir a la barca, el Señor calmó el viento. Los discípulos, al ver todo esto, solo pudieron adorarle y reconocer quien era: el Hijo de Dios.
Esta es sin duda, una de las más grandes demostraciones que Jesús le dio a sus discípulos, acerca de su dominio sobre la naturaleza. Nunca se había registrado en la Palabra de Dios que alguien pudiera caminar sobre las aguas. Dios si había secado las aguas del Mar Rojo y del Río Jordán, para que el pueblo pudiera pasar en seco, pero ninguno había caminado sobre las aguas.
En ocasiones, nuestra vida se ve envuelta en tempestades, situaciones que nos llenan de temores y angustias. Pero si ponemos nuestra mirada en el Señor, podremos caminar sobre esas situaciones, sin que ellas puedan cubrirnos. Pero también es cierto que, si quitamos nuestra mirada del Señor, de Aquel que es nuestra confianza y fortaleza, el miedo nos invadirá y a causa de la duda, nos hundiremos en los problemas. Aún así, si clamamos a Dios, Él siempre extenderá su mano para salvarnos.
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Dios te bendiga y que tengas un excelente día.
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