Estando Jesús enseñando, alguien le interrumpió diciéndole que su familia (María, hermanos y hermanas) estaban afuera y querían hablar con Él. No se sabe que querían decirle, pues el evangelista no registra que les hubiera atendido. Pero una cosa si podemos ver en este pasaje, y es que Jesús no interrumpió la enseñanza que estaba dando a la gente para ir a atender a su familia en la sangre, sino que hizo una aseveración que a oídos de muchos, podría ser escandalosa al decir:
"¿quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?
Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo:
He aquí mi madre y mis hermanos.
Porque todo aquel que hace la voluntad de mi
Padre que está en los cielos, ése es mi hermano,
y hermana, y madre."
Tal actitud y palabras del Señor, nos dejan entender que Él sí supo darle a cada cosa su lugar. Como primer lugar entre sus prioridades, estaba amar al Padre y obedecerle, haciendo lo que Él le había mandado. Sin duda alguna, es una actitud que nos falta a muchos, pues estamos acostumbrados a darle a Dios, tan solo el tiempo que nos sobra, pues primero ponemos nuestro trabajo, nuestra familia y otras cosas que deberían estar por debajo de nuestra prioridad: Amar a Dios y obedecerle en todas las cosas.
Con esta situación que nos relata el evangelista, también podemos darnos cuenta que para Jesús era más importante los lazos espirituales que los lazos de sangre, al decir que, sus hermanos, hermanas y madre, serían aquellos que hacen la voluntad del Padre Celestial, ya que, al fin y al cabo, los lazos de sangre terminan con la muerte, pero los lazos espirituales, son por toda la eternidad.
Además, habían muchas personas con hambre y sed de Dios que debían ser atendidas, como para dedicar de su escaso tiempo en la tierra atendiendo asuntos familiares. Ya Jesús había estado treinta años de su vida con ellos. Solo le quedaban tres años para hacer su ministerio, formar y preparar a quienes iban a continuar con ese ministerio, para luego ir a morir en la cruz por los pecados de la humanidad.
En el evangelio de Juan nos damos cuenta que ni sus propios hermanos creían en Él (Juan 7:1-9), entonces no tenía sentido que Jesús se dedicara a tratar de convencerlos, habiendo tantas personas ansiosas de ser enseñadas, sumado a que, como el mismo dijo "no hay profeta sin honra, sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa" (Marcos 6:4).
Lo que hizo Jesús entonces, fue dedicar tiempo a aquellos que se convertirían en sus hermanos y hermanas espirituales, ya que como dice Juan 1:12, a los que le aceptan y le reciben, se les da el poder de ser hechos hijos de Dios, de los cuales, Jesús viene a ser el primogénito (Romanos 8:29).
No está mal que amemos a nuestra familia, pero ello no implica que deban absorber nuestro tiempo. Dediquemos lo primero de nosotros a Dios y a obedecerle, alimentando y fortaleciendo nuestros lazos de hermandad con la familia de la fe.
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Dios te bendiga y que tengas un excelente día.
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