Los eventos que narra Mateo 13: 53-58, tienen lugar en Nazareth, tierra donde se crió el Salvador de la humanidad, se entienden mejor cuando se complementa la lectura con el evangelio de Lucas 4:16-30 y Marcos 6:1-6.
Recordemos que, cuando Herodes mandó asesinar a todos los niños menores de 2 años, temiendo la profecía del Mesías, Dios le dijo a José que tomara a María y a Jesús, y huyeran a Egipto, lugar donde estuvieron exiliados durante 8 años. Pero después de la muerte de Herodes, Dios le dice nuevamente a José, que ya es hora de regresar a Israel y se radican en la ciudad de Nazareth, ciudad ubicada en la región de Galilea al norte de Israel.
Allí transcurre la vida de Jesús hasta los 30 años, tiempo en el que Jesús no realizó ningún milagro, ni dio ninguna enseñanza. Sólo se dedicó al oficio de su padre terrenal, José, el cual era carpintero (Mateo 13:55, Marcos 6:3). Y es que en Israel, los hijos aprendían el oficio de sus padres.
Por esta razón, cuando Jesús regresa a Nazareth, se encuentra con un panorama de incredulidad tal, que no hizo muchas señales en su propia tierra. Las gente que lo conocía no podía creer lo que había oído acerca de Jesús. A pesar de que su fama crecía y que estaban maravillados por la forma en que Jesús les hablaba y el conocimiento y sabiduría que tenía, pero en sus corazones no había lugar para creer que ese muchacho que habían visto crecer entre ellos, podría ser el Mesías prometido.
¿Cómo podía ser? Ellos habían conocido a José, conocían a María y conocían a sus hermanos y hermanas. Nunca iban a aceptar que este hombre, al que habían visto común y corriente, era el Hijo de Dios.
Tanta era su incredulidad, que Jesús solo realizó unas pocas sanidades allí, y cuando Él les dijo que no realizaría señales en medio de ellos, ellos se llenaron de ira y pretendieron lanzarlo desde la cumbre del monte donde se encontraba Nazareth.
¿Alguien que cree en el Hijo de Dios, tendría tales pretensiones? Sus hechos hablaron de la incredulidad que había en ellos.
Eso mismo que le ocurrió al Señor, continúa ocurriendo hoy en día. Muchos hombres y mujeres que han sido transformados por Dios, realizan sus ministerios lejos de los lugares donde fueron conocidos, porque para las personas que le conocieron, siempre serán los mismos, dándoles poca o ninguna credibilidad.
También nos encontramos con que muchas personas hoy por hoy, escuchan maravillados los sermones y predicaciones de muchos pastores, dan buen testimonio de ellos, pero sus vidas siguen igual. La falta de fe en sus corazones, impide que haya en ellos una transformación genuina, y por tal motivo, su crecimiento espiritual es poco o ninguno.
No te quedes simplemente maravillado, deja que la Palabra de Dios te transforme.
Es mi oración a Dios que esta enseñanza edifique tu vida y puedas compartirla con tus amigos y familiares.
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Dios te bendiga y que tengas un excelente día.
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