Recuerdo que en alguna ocasión, un amigo decía "A Dios no le importa lo que suceda aquí con nosotros, Él está allá arriba y nosotros aquí que nos defendamos como podamos". Qué palabras más equivocadas salieron de la boca de aquel amigo. Y tal vez muchas personas piensen de la manera en que ese amigo lo hacía, pero esto sucede por el desconocimiento de Su palabra.
En este pasaje de Mateo 9, el evangelista nos muestra qué hay en el corazón del Señor realmente hacia nosotros los seres humanos. En aquel entonces, dice la Escritura, que Jesús iba recorriendo todas las ciudades y aldeas enseñando y predicando el evangelio de reino, haciendo sanidades y quitando toda dolencia en el pueblo, y leyendo en los versículos anteriores, vemos que también iba echando fuera demonios.
Pero en medio de su labor, Jesús se detiene a observar cómo lo seguían las multitudes. Era imposible no notar que tenían una tremenda necesidad insatisfecha en sus corazones: la necesidad de ser ministrados con el amor y la palabra de Dios. Hasta el momento, lo único que conocían era a religiosos prepotentes, sin amor, faltos de sabiduría (aunque tuvieran mucho conocimiento), que vivían de apariencias, con tal guardar un estatus, y lo peor de todo, una vida sin frutos. Eran señaladores de los pecados del pueblo, y ponían cargas que ni ellos mismos eran capaces de llevar. Ninguno de ellos movilizaba las masas, su doctrina no tenía autoridad moral, ni espiritual.
Entonces, al verles Jesús, sintió compasión en su corazón. Vio la desgracia que padecían. Eran personas con hambre y sed de Dios, pero los líderes religiosos no eran esas personas que pudieran satisfacer tal necesidad. Eran ovejas que no tenían un pastor que les guiara.
Y es que, si nos detenemos a pensar en la labor de un pastor que cuida un rebaño, es una labor de la que depende la vida de las ovejas. El pastor es el encargado de guiar a las ovejas hacia los pastos para que coman, a los abrevaderos para que beban, es el encargado de librarlas de las fieras del campo, debe vendar a la que se rompa una pierna, sacar con su cayado a la que cae en un hoyo. Sin el pastor, fácilmente morirían las ovejas.
De igual manera, Jesús se preocupó porque esto estaba sucediendo con las personas. Y por eso le dice a sus discípulos: "La mies es mucha, pero los obreros son pocos. Rogad pues al Señor de la mies, para que envíe obreros a Su mies". Hoy en día seguimos viendo la misma escena; millones de personas caminan por la vida sin tener quien les cuide y les guíe. Ante esto, han aparecido muchos pastores impostores que sólo buscan sacar provecho de las ovejas, sin importarles su bienestar, sin velar por su cuidado y por llevarles a buenos pastos y abrevaderos para que sacien su hambre y sed de Dios.
El apóstol Pablo en 1ª de Tesalonicenses 2, habla del cuidado que han tenido para con la feligresía de Tesalónica, habla de cómo los cuidaron con ternura, les predicaron el evangelio, siendo de una conducta santa, justa e irreprensible, exhortándolos y consolándolos cuando era necesario, como lo haría un padre con sus hijos.
Toda persona necesita ese tipo de cuidados, y esa es la preocupación de Jesús para con todos nosotros, porque fue por todos nosotros que vino a dar Su vida, para que tuviéramos vida en abundancia.
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Dios te bendiga y que tengas un excelente día.
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