En el tiempo en el que vino nuestro Señor Jesucristo a la tierra, en Israel existía una clase religiosa marcada por la hipocresía, amante de guardar apariencias y que mantenía alejado de Dios el corazón del pueblo de Israel, tal y como lo asevera el Señor al citar al profeta Isaías en Mateo 15. Y es que en muchas ocasiones el Señor tuvo que exhortarles al ver la falsedad de sus vidas.
En Mateo 9, la Biblia relata que en una ocasión Jesús entró en casa de Mateo (también llamado Leví), el que fuera publicano (recaudador de impuestos) y dejó su oficio para convertirse en discípulo de Jesús. En dicha ocasión, Mateo le preparó un banquete al Señor Jesús, pero también asistieron al banquete otros publicanos y pecadores. Al ver esta escena, los escribas (personas que se dedicaban a la transcripción de las Escrituras) y los fariseos, empezaron a murmurar contra Jesús por sentarse a la mesa con estas personas, las cuales eran consideradas indignas y que sentarse a comer con ellos era contaminarse con sus pecados, y le preguntaron a los discípulos de Jesús por qué su Maestro hacía esto.
Pero Jesús, oyendo lo que preguntaban, les dijo "los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos", dando a entender que precisamente a este tipo de personas había venido a buscar. Personas que comúnmente eran aborrecidas y excluidas, por su pecado. Precisamente en el versículo 13, Jesús cita al profeta Oseas cuando dijo "misericordia quiero y no sacrificio" y luego les dice que no vino a llamar a justos, sino a los pecadores a que se arrepientan.
Es claro que Jesús no consideraba justos a los religiosos de la época, sino que ellos se consideraban a sí mismos como justos, y así lo enseña el Señor en la parábola del fariseo y el publicano (Lucas 18).
Este relato del evangelio, la encontramos también explicada por el apóstol Pablo, cuando en 1ª Corintios 1, enseña que Dios no ha llamado para ser Su pueblo a sabios, ni hombres poderosos, ni hombres de mucho estudio, sino que ha llamado para sí a hombres y mujeres que son lo vil y lo menos apreciado del mundo, a necios y débiles, para avergonzar a sabios, a poderosos y entendidos, porque nadie podrá ensalzarse delante de Dios.
Así que, si eres una persona apocada por el mundo y menospreciada, una persona que es vil a los ojos de los demás, te tengo una buena noticia: Jesús vino también por ti. Ábrele las puertas de tu corazón y deja que Él haga de ti la persona que Él quiera que seas.
Si quieres hacerlo, repite en la intimidad esta oración:
Sé y confieso, que Tú moriste en la cruz para pagar por mis pecados.
Hoy te abro las puertas de mi corazón, pidiéndote que entres a mi vida; te recibo como mi Señor y Salvador, para que hagas de mi, la persona que Tú quieres que yo sea.
Gracias por darme la vida y por hacer posible que hoy yo sea hijo del Padre Celestial.
Amén".
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Dios te bendiga y que tengas un excelente día.
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