BIENVENIDO A MENSAJEROS DE VIDA ETERNA

Espero que el contenido de los temas expuestos en este blog, sirvan para que tu vida sea cimentada y edificada en la Palabra de Dios que produce vida en todo aquel que la recibe.

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RAIMOND ESCORCIA ROMERO
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jueves, 23 de noviembre de 2017

QUÉ TE IMPIDE ENTRAR AL REINO DE DIOS (1ª Parte)

https://youtu.be/24hL76XC8fk

Las enseñanzas que nos da el evangelio de San Mateo en este pasaje, las desarrollaré durante hoy y mañana, pues bien vale la pena dejar en claro lo que nos transmite aquí la Palabra de Dios.

En esta oportunidad, un joven muy rico, se presenta ante Jesús y le pregunta diciendo “maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?”, a lo que Jesús, después de decirle que el único bueno es Dios, ya que la condición humana es sinónimo de pecado (aunque Jesús nunca tuvo pecado, ni siquiera el congénito, ya que Él fue concebido por el Espíritu Santo), “Si quieres entrar en la vida guarda los mandamientos; y es aquí precisamente donde quiero detenerme el día de hoy.

El apóstol Pablo dice en Romanos 7:

7 ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.
8 Mas, el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto.
9 Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.
10 Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte;
11 porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató.
12 De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.
13 ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso.
14 Porque sabemos que la ley es espiritual; mas, yo soy carnal, vendido al pecado.”

La ley que Dios entregó al pueblo de Israel, no era para condenarlos, sino para que ellos vivieran de una manera que agradara a Dios, y así poder recibir la vida eterna. Esto se confirma con las palabras que Jesús habló a aquel joven rico, diciéndole que si vivía de acuerdo a los principios establecidos por Dios, iba a heredar la vida eterna. Esto dijo Dios al pueblo de Israel por medio de Moisés, como está escrito en Levítico 18:4-5

4 Mis ordenanzas pondréis por obra, y mis estatutos guardaréis, andando en ellos. Yo Jehová vuestro Dios.

5 Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas, los cuales haciendo el hombre, vivirá en ellos. Yo Jehová. “

Pero en Romanos 7, Pablo nos relata la lucha que vive todo ser humano en su interior, al saber que obedecer a Dios es bueno y trae vida a nuestro ser, pero también cómo nuestra naturaleza pecaminosa pone resistencia, llevándonos muchas veces a desobedecer, y con ello, la imposibilidad de cumplir a cabalidad con la ley de Dios.

Antes de que Dios le diera la ley al pueblo de Israel, reinaba el pecado y la muerte era la condena para todos los seres humanos. Pero la voluntad de Dios siempre ha sido que recibamos nuevamente la vida en nuestro espíritu, y por ello nos dio instrucciones para vivir.


Así que, meditando en estas palabras de nuestro Señor Jesús, esforcémonos cada día para vivir de acuerdo a la voluntad de Dios, porque sus mandamientos son vida y bendición.

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martes, 21 de noviembre de 2017

DEJA QUE TUS HIJOS SE ACERQUEN A JESÚS

https://youtu.be/eWQ1vHZo1Fo
Los versículos 13 al 15 del capítulo 19 del evangelio de Mateo, nos relatan cómo algunas personas habían llevado sus hijos hasta donde estaba Jesús, para que recibieran de Él la bendición, al imponer sus manos y orando sobre ellos.

Pero los discípulos, actuaron como guardaespaldas del Señor, queriendo evitar que fuera molestado o interrumpido, y empezaron a reprender a la gente, obviamente, sin el consentimiento del Señor. Pero entonces Jesús les dijo que no impidieran que los niños se acercaran a Él, porque de ellos es el reino de los cielos.

Esta respuesta confirma la enseñanza dada en el capítulo anterior, cuando los discípulos discutían entre ellos acerca de quién de ellos sería el mayor en el reino de los cielos, y donde Jesús les dijo que, si no se hacían como niños, no podrían entrar en el reino de los cielos.

Entonces, como ya hablamos de ello en el capítulo anterior, no vamos a explicar nuevamente por qué el reino de los cielos es para los niños y para todos aquellos que se hacen como niños, mas, vamos a centrarnos en la orden del Señor a los discípulos: “dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis”.

Desde que somos niños tenemos la necesidad de acercarnos a nuestro Salvador. Hoy, muchas personas se resisten a conocer a Dios, porque nunca tuvieron unos padres que les dejaran y enseñaran cómo acercarse a Dios. Y ahora, ya de adultos, es más difícil que logren acercarse, o si lo hacen, no lo hacen con un corazón totalmente sincero y libre para conocerle y obedecerle. Debido a que en el transcurso de su vida se llenaron de prejuicios, vicios y pecados, les resulta más difícil lograr una vida de entrega genuina a Dios.

Es por esto que, los padres deben entender que, delante de Dios, tienen la responsabilidad de hacer que sus hijos se acerquen a Él. La labor de un padre y una madre para con sus hijos, no se limita a la satisfacción de sus necesidades básicas como brindarles el alimento, el vestido, un hogar y educación, sino que, además, es su deber enseñarles a relacionarse con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, ya que es de esta manera que recibirán bendición para sus vidas.


No dejes que tus hijos crezcan sin conocer verdaderamente a Jesús como su Señor y Salvador, ya que es lo único que permanecerá con ellos por toda la eternidad.

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jueves, 16 de noviembre de 2017

EL MATRIMONIO

https://youtu.be/s8Ons-lxuk4
Comenzando el capítulo 19, Mateo registra otra importante enseñanza del Señor Jesús, esta vez, acerca del matrimonio. Como hacían cada vez que tenían la oportunidad, los fariseos se acercan a Jesús para probarle con sus preguntas, y en esta ocasión, le preguntan diciendo "¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?". Pero Jesús les responde diciéndoles "¿No han leído...?". Los fariseos eran hombres que se jactaban de ser conocedores de la Palabra de Dios, y por esta razón, Jesús les responde así, como queriendo mostrarles cuán grande era su ignorancia al hacer aquella pregunta.

Y continúa en su respuesta diciendo que Dios, que desde el principio hizo al hombre y a la mujer, que el hombre debía dejar a sus padres, unirse a su mujer y serían una sola carne, y que por tanto, lo que Dios había unido, no debía separarlo el hombre.

Ellos argumentan una concesión dada por Dios a través de Moisés en la ley, cuando en Deuteronomio 24:1-4, les da instrucciones acerca de cómo debía efectuarse el divorcio, en caso de que el hombre hallara en su mujer alguna cosa indecente. Pero Jesús les aclara que Dios les permitió realizar el divorcio por la dureza de sus corazones, por el egoísmo que siempre ha primado en el ser humano, donde piensa únicamente en sí mismo, en su propia satisfacción, sin importarle otras personas, incluyendo a su propia compañera.

Es por esto que, hoy en día muchas parejas terminan en el divorcio, porque se casan teniendo como base el sentimiento de bienestar que les produce el estar con aquella persona, pero lamentablemente, el fundamento de la relación es la pasión, y cuando ésta se acaba o disminuye, así mismo empieza a disminuir el interés por permanecer con su cónyuge, viviendo así relaciones "desechables".

Pero la voluntad de Dios, como lo expresó nuestro Señor Jesucristo, es que la unión de una pareja sea indisoluble, y la razón es porque la unión matrimonial asemeja la relación que existe entre Cristo y la iglesia. La unión de una pareja, únicamente debe ser terminada por Dios, cuando se rompe por la muerte.

Es normal que una pareja pase por momentos de dificultad, en los que quisieran tirar la toalla y no continuar, pero es necesario que cada uno, venciendo su propio ego, decida luchar con todas sus fuerzas por mantener siempre la unidad en la relación, buscando solucionar y superar cualquier problema que se les pueda presentar.

Pero, a pesar de esto, el Señor incluyó una salvedad, por la cual una pareja puede acudir al divorcio, y es cuando se viola el pacto sagrado, cayendo en adulterio o fornicación. Pero mientras una situación semejante no se presente, te animo a que pidas fuerzas a Dios para que tu matrimonio no se vuelva una estadística más de divorcio.

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miércoles, 15 de noviembre de 2017

PERDONA A QUIEN TE OFENDA

https://youtu.be/tUX3FBLVT9M


En este capítulo 18 del evangelio de Mateo, el Señor Jesús le enseña a los discípulos otra lección trascendental para nuestras vidas: El perdón. Acerca del perdón es mucho lo que hay para decir, pero intentaré ser breve.

Pedro le pregunta a Jesús si debía perdonar a aquel que pecara contra él sólo siete veces, a lo que el Señor le responde: "no te digo que siete, sino aun, hasta setenta veces siete", dando a entender que no debemos llevar la cuenta de cuánto perdonamos, pues Dios no nos lleva la cuenta a nosotros. El perdón es algo que no puede tener un límite, como pretendía Pedro, pues Dios a nosotros no se cansa de perdonarnos nuestras faltas.

Muchas personas arrastran consigo durante años y años, sentimientos de odio, rencor, y resentimiento, debido a que no han tomado nunca la decisión de perdonar a aquellas personas que los ofenden, acarreando para sí mismos una vida de real amargura.

Después de responder a Pedro su pregunta, el Señor Jesús les refiere una parábola a los discípulos acerca del perdón, en la que nos enseña que Dios a nosotros nos ha perdonado muchísimo, tanto, que sería imposible llevar la cuenta de cuánto nos ha perdonado el Señor, pero que a nosotros nos cuesta perdonar aún pequeñas ofensas. Y termina diciéndoles, que así como en la parábola, si nosotros no perdonamos a nuestros hermanos, tampoco Dios nos perdonará a nosotros nuestras ofensas.

Y es que, muchas veces hemos orado a Dios con el "Padre nuestro", diciéndole: "perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden", pero sin ponerle inteligencia a las palabras que estamos repitiendo, pues esta frase quiere decir que le pedimos a Dios que nos perdone si nosotros perdonamos, pero también le estamos diciendo que no nos perdone cuando nosotros no perdonamos.

Lo que impide que tengamos en nuestro corazón la disposición de perdonar, es nuestro ego herido. Cuando alguien nos ofende, es nuestro orgullo el que impide que asumamos nosotros la ofensa, como lo hizo nuestro Señor Jesús, que después de ser golpeado, traicionado, abofeteado, insultado, escupido y torturado, lo único que tuvo para decir fue "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen".

Pero la falta de perdón es algo que abunda en nuestro país y en el mundo entero, donde la sed de venganza muchas veces nos enceguece, olvidándonos de la misericordia, aquella misma con la que esperamos ser tratados, cuando somos nosotros los que hemos cometido alguna falta.

Y si Dios nos ha perdonado tanto, ¿por qué no perdonar nosotros a los que nos ofenden? Tengamos en cuenta que nunca las ofensas que nos hagan los demás, serán tantas como las ofensas que cometemos nosotros en contra de nuestros hermanos y en contra de Dios, y si nosotros no los perdonamos, tampoco Dios nos perdonará a nosotros.

Pídele a Dios que ponga en ti un corazón perdonador, ya que así, también tú podrás ser beneficiario del perdón de Dios.

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martes, 14 de noviembre de 2017

LEVANTA AL CAÍDO

https://youtu.be/QYLV42kcojU
El versículo 15 comienza diciendo “por tanto”, lo que es un conector con el versículo anterior, el cual dice: “Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños”.

Entonces, como Dios no quiere que se pierda ninguno de los pequeños, Jesús les dice a los discípulos: “por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndelo estando él y tú solos…”

La falta de amor y misericordia, aún entre el pueblo cristiano, lleva a que muchas personas se pierdan, sólo porque en lugar de procurar el bien y el aprendizaje de los más débiles en la fe, se les juzga y condena, sin darnos a la tarea de enseñarles a corregir actitudes que no agradan a Dios. Debido a esto, también vemos a hijos de Dios luchando solos por levantarse cuando han caído, porque no existe ese amor de Dios en aquellos hermanos en la fe, que los motive a ver a aquel hermano restaurado; encontrándonos en lugar de ello, con la crítica y el chisme.

Pero como Dios no quiere que ninguno de Sus pequeños se pierda, la labor de los que han alcanzado alguna madurez espiritual, es la que reprenderles o exhortarles, es decir, hacerles caer en cuenta de sus malas actitudes, primeramente, hablándole a solas, pero si persiste en sus malas actitudes, hay que volver a exhortarle, pero esta vez con dos o tres personas que nos sirvan de testigos. Mas, si aun así, aquella persona continúa con su pecado, es necesario que la iglesia, es decir, todos los hermanos en la fe, realicen la exhortación; pero, si la persona persiste en su pecado, es necesario considerarle como gentil y publicano.

Pero, lejos de lo que muchos pueden pensar, esto no implica expulsar a tal persona de la iglesia. Los gentiles y publicanos, tienen en común que no han conocido al Señor, de aquí que, lo que Dios quiere, es que a aquellas personas les sea anunciado nuevamente el evangelio de salvación de nuestro Señor Jesucristo, puesto que no ha conocido al Señor y es imperativo que le conozca, para que pueda experimentar en su vida la transformación que Dios quiere.

Por esto, tu vida debe estar impulsada siempre por el amor, ya que esta es una labor que únicamente puede ser posible si el amor de Cristo está en nosotros. Esto nos permite concluir que en la mayoría de los cristianos, hace falta que se manifieste el amor del Señor, pues es el único que puede vencer nuestro egoísmo y llevarnos a asumir las ofensas de nuestros hermanos, de la misma manera que lo hizo nuestro amado Señor Jesús.

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viernes, 10 de noviembre de 2017

BAJO EL CUIDADO DE DIOS

https://youtu.be/aYHqXNbLHp8
En este capítulo de Mateo el Señor Jesús está enseñando a los discípulos varias lecciones que necesitarán para cuando Él ya no esté con ellos, y para enseñarles estas lecciones, lo hizo poniendo en medio de ellos, a un niño como ejemplo. En los versículos 10 al 14, les está enseñando la importancia que tienen los más pequeños en el reino de los cielos, y que ellos no deben despreciarlos, porque para Dios son tan importantes, que tiene ángeles con ellos para que los custodien, y esos ángeles ven siempre el rostro del Señor, es decir, a Dios le informan acerca de todo lo que ocurra con esos pequeñitos.

Les dice además que, Él vino a salvar lo que se había perdido, reafirmándoles lo dicho en el versículo anterior, cuando les dijo que no debían despreciarlos.

Posteriormente, confirma lo dicho en los dos versículos anteriores a través de una parábola, diciéndoles que, si un hombre pierde una de sus ovejas, deja a las demás y se va a buscar a la que se le ha perdido; y si llega a encontrarla, se alegra por haberla recuperado, mucho más que por las que no se descarriaron.

Nótese que el Señor no dice que a aquel que se le pierde una oveja, abandona a las demás, sino que las deja, es decir, se asegura que no se le vaya a perder alguna otra, y luego sí se va a buscar la que se le perdió. Esta parábola la dice con el objeto de hacerle entender a los discípulos que así debían hacer ellos, no dejando perder ninguna de las ovejas que el Señor pondría bajo su cuidado.

Esta enseñanza la reitera posteriormente a Pedro, cuando después de resucitado, el Señor le pregunta en tres ocasiones diciendo: “Pedro, ¿me amas?”, y en donde, después de recibir tres veces la respuesta afirmativa de Pedro, le encarga diciendo en las tres ocasiones: “Apacienta mis corderos”, “Pastorea mis ovejas” y “Apacienta mis ovejas”.

Y termina el Señor, en el versículo 14 diciéndoles que, la voluntad de Dios es que no se pierda ninguno de sus pequeñitos.

Ahora bien, no quiere decir que para causarle alegrías al Señor, debamos andar perdidos, pues una oveja o un cordero perdidos y lejos de su pastor, son presa fácil de las fieras del campo, y la Palabra de Dios nos enseña que nuestro adversario el diablo, anda alrededor como león rugiente, buscando a quien devorar.

Así que ten cuidado de no alejarte de tu rebaño y de aquel a quien Dios puso para que cuide de tu vida.

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jueves, 9 de noviembre de 2017

ENFRENTANDO LOS TROPIEZOS

https://youtu.be/TwQpUUR4Cv0


En Mateo 18:6-9, nos encontramos con una enseñanza muy importante de parte del Señor Jesús y son los tropiezos. Pero antes de meditar en las palabras de Jesús, entendamos a qué se refiere la palabra “tropiezos”.

Tropiezos: gr. σκάνδαλον, que es una derivación de σκάνδαλο (escándalo) que significa: “acto, discurso, comportamiento o evento que causa desaprobación, indignación, aversión, porque entra en conflicto con las leyes de moralidad y la decencia”.

Visto desde este punto de vista, lo que el Señor dijo en aquel momento fue: “Cualquiera que haga actuar, hablar, comportarse o realizar cualquier evento a alguno de estos pequeños que creen en mí, en contra de la moral y la decencia, provocando desaprobación e indignación, mejor le fuera que se le colgara al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiera en lo profundo del mar”.

La ampliación de la palabra “tropiezo”, nos deja ver el celo e indignación que le produce al Señor, que alguien sea el causante de una mala conducta de parte de aquellos hijos de Dios que han llegado a hacerse como niños. Y lo que dice es que, a tal persona, le sería mejor hundirse con una piedra de molino de asno amarrada al cuello en el fondo del mar. ¡Tal es el celo de Dios por esos hijos que han llegado a hacerse semejantes a un niño!

Esto cobra mucha importancia para los creyentes, porque el Señor no dice “Ay de aquellos que tropiezan”, sino “Ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo”. Y es vital que todo creyente lo entienda porque nos enseña dos cosas tremendas: primero, que el Señor ya daba por hecho que era inevitable que, aun después de haber recibido a Cristo en nuestros corazones, volviéramos a cometer pecados, o dicho de otra manera, Dios sabía que por el hecho de ser cristianos no estábamos exentos de volver a pecar, e incluso dice que es necesario que vengan esos tropiezos, tal vez queriendo referirse que tales tropiezos servirían para la formación de nuestro carácter y para que se hiciera evidente su amor, su gracia y su misericordia; y segundo, que quien debe temer no es el cristiano que ha caído o tropezado, sino aquel que es responsable de ese tropiezo o caída.

Los versículos 8 y 9 nos permiten entender que los tropiezos nos permitirán darnos cuenta de nuestras debilidades, y así poder luchar contra ellas. Es obvio que el Señor no hablaba literalmente de mutilar nuestro cuerpo, que además es templo donde mora el Espíritu Santo, sino de apartar de nosotros todo aquello que se convierte en ocasión de caer. Si alguien roba tiendo dos manos, ¿dejará de hacerlo si corta una de ellas? O si alguno mira con lascivia a una mujer, ¿cambiará por el hecho de mirarla teniendo un solo ojo? Por supuesto que no, pues el mismo Señor Jesús enseña que nuestras acciones se producen por lo que hay en nuestro corazón, y en ese orden de ideas, deberíamos sacar es nuestro corazón, no el músculo que se encarga de bombear sangre a todo nuestro cuerpo, sino aquel centro de nuestro ser donde se generan todas nuestras actitudes y palabras.

No te desanimes si has caído, pues lo que debes hacer es levantarte y luchar por quitar de ti aquellas debilidades que te hacen caer.

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miércoles, 8 de noviembre de 2017

VOLVIENDO A SER NIÑOS

https://youtu.be/f-QcGRN6HVE

En Mateo 18 nos encontramos con que los discípulos querían saber quién era mayor en el reino de los cielos, tal vez imaginándose que el mayor sería aquel que mostrara más milagros, aquel que más demonios echara fuera, el que sanara más enfermos, el que demostrara más autoridad o cosas semejantes.

Quizás, en sus corazones, estaban pensando en los privilegios que podrían tener en el reino de los cielos. Pero Jesús, llama a un niño, lo pone en medio de ellos y les dice: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos”.

Los niños tienen unas características muy especiales, que hacen que su carácter sea el que Dios quiere que haya en nosotros. Los niños son genuinos, no piensan en guardarle apariencia a nadie, son sinceros a la hora de hablar, no fingen emociones, ni son hipócritas, son ingenuos para la maldad, sensibles a la necesidad de las personas y bondadosos. Los niños, además, creen sin mayor dificultad todo lo que les dicen sus padres, y aunque venga alguien más para intentar convencerlos de lo contrario, su credibilidad y confianza están en lo que sus padres les hayan enseñado. Tampoco dudan de las promesas de sus padres, para ellos no existe la más mínima posibilidad de que sus padres les fallen en aquello que les han prometido.

Pero en la medida en que vamos creciendo, vamos perdiendo aquellas cosas, hasta que, llegando a una edad adulta, nos volvemos insensibles, egoístas, hipócritas, maquinamos el pecado en nuestras mentes y corazones, mentirosos y muchas cosas más. Cuando Dios nos promete algo, si al poco tiempo no vemos cumplida la promesa, nos llenamos de dudas, nos argumentamos nosotros mismos que tal vez entendimos mal, o peor aún, hasta podemos llegar a pensar que Dios nos mintió.

Y entonces continúa diciendo el Señor: “Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar”.

Ahora, el Señor habla de la labor que estarán haciendo aquellos que se han vuelto niños y es la predicación del evangelio de salvación. Todo aquel que reciba a uno de sus discípulos, lo está recibiendo a Él mismo. Pero también, a todo aquel que sea de tropiezo para uno de sus pequeñitos, le iría mejor si pereciera en el fondo del mar.


Meditemos, cuánto de ese carácter de niño hemos perdido con el pasar de los años, y esforcémonos por recuperarlo. No permitamos que la edad adulta nos haga perder esa humildad y sencillez que teníamos cuando éramos unos niños, porque precisamente eso es lo que Dios quiere ver en nosotros.

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martes, 7 de noviembre de 2017

UNA LECCIÓN PARA PEDRO

https://youtu.be/ougXRFdPKvY

El evangelio de Mateo nos cuenta cómo en cierta ocasión, llegan a la casa en donde estaba Jesús, los cobradores del impuesto de las dos dracmas (medio siclo “shékel” judío), el cual era el impuesto que debía ser pagado para el mantenimiento del templo y sus servicios por todos los judíos varones de veinte años para arriba, el cuál era un impuesto eclesiástico.

Éstos, le preguntan a Pedro si Jesús iba a pagar las dos dracmas correspondientes al valor de su impuesto, a lo que Pedro, sin consultar con Jesús, responde que sí. Cuando Pedro entra a la casa para decirle a Jesús, el Señor se le adelanta, preguntándole a quien le cobran sus impuestos los reyes de la tierra. Él le hace esta pregunta a Pedro esperando una respuesta obvia de su parte, y el objetivo era darle una importante enseñanza.

Después de que Pedro le respondiera que los impuestos, los reyes no los cobran a sus hijos sino a los extraños, Jesús le dice “luego los hijos están exentos”, dando a entender que Él, por ser el Hijo de Aquel que había establecido el impuesto, no estaba en la obligación de pagarlo. Al decir “los hijos están exentos”, nuestro Señor se refiere a únicamente a Él, y no está incluyendo a los discípulos en su relación con Dios. El Señor en ninguna ocasión se menciona a sí mismo junto con los discípulos al hablar de su relación con Dios, sino que siempre menciona su relación con el Padre, separada de la relación de los seres humanos con Dios Padre, pues incluir a los discípulos en esta exención, sería enseñarles que los creyentes están eximidos de los pagos exigidos para el sostenimiento de la obra de Dios.

El Señor, por lo tanto, al decir “los hijos”, lo hace para expresar el principio general usado por los soberanos, de no cobrar impuestos a sus propios hijos. Por lo tanto, entre ellos dos, únicamente Pedro estaría en el deber de pagar dicho impuesto. Pero, aun así, el Señor decide pagar el impuesto. No haberlo hecho, hubiera dejado mal a Pedro, quien había respondido a los cobradores del impuesto, que Jesús sí pagaría las dos dracmas.

Podríamos pensar que, si Jesús iba a pagar el impuesto, ¿para qué se molestó en darle tales explicaciones a Pedro?

La respuesta a esta pregunta, nos lleva a entender que la intención de Jesús era enseñarle a Pedro que Él estaba libre de los compromisos humanos, y por esta razón, es que Jesús no quiso darles esta respuesta a los cobradores del impuesto. La lección no era para ellos, sino para Pedro, quien, sin saber que Jesús como Hijo de Dios Padre, estaba exento del tal impuesto, lo había comprometido al decir que Él sí pagaría.

Los cobradores del impuesto se sentirían ofendidos, si después de haberles dicho que Jesús sí pagaría y haberles hecho esperar, saliera Pedro a decirles que ya no. Aquí vemos entonces que Jesús envía a Pedro a conseguir el dinero con el que había comprometido al Señor, aunque no le encarga una tarea difícil para Pedro, ya que siendo él un pescador, lo envía a sacar el dinero de la boca de un pez que debía él pescar. En esto, vemos que el Señor en su sabiduría y misericordia, lo envía a realizar una tarea para la cual Pedro estaba más que calificado, dándole provisión para pagar por él mismo y por el Señor, a quién ingenuamente había comprometido.

Obsérvese que nuestro Señor no dice “por nosotros”, sino “por mí y por ti”; para hacer una distinción entre Él, quien estaba eximido del pago, y el discípulo, quien no estaba eximido.


De aquí podemos meditar en tres conclusiones para nuestra vida: primero, que mientras no nos movamos de la voluntad de Dios, podemos contar con Su respaldo; segundo, que Dios siempre enviará la provisión que necesitamos; y tercero, que Dios nunca nos pedirá hacer algo para lo cual no estemos capacitados. Esto debe llevarte a desarrollar una confianza tal en el Señor, que puedas estar seguro siempre de Su respaldo, Su provisión, Su sabiduría y Su fidelidad.

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jueves, 2 de noviembre de 2017

EL ESTORBO DE NUESTRA INCREDULIDAD

https://youtu.be/ZB_rrG3ESxU


Después de descender del monte, Jesús se encuentra con sus discípulos, los nueve que no subieron con Él al monte, quienes están enfrentando una situación difícil y es acerca de un muchacho, quien poseído por un demonio, era en ocasiones arrojado al fuego o al agua, con el objeto de acabar con su vida, al cual no habían podido liberar.

Satanás quería acabar con la vida de este joven, ya fuera quemándolo o ahogándolo. Recordemos que el Señor Jesús dijo en Juan 10:10 "el ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir...", y eso es en lo que trabaja todos los días sin descanso, para robarnos la paz, la alegría, nuestra comunión con el Señor y nuestra fe; busca literalmente acabar con la vida de las personas, de la manera que sea, incluso, hasta el punto de lograr que una persona no le encuentre sentido a su existir; y busca también destruir hogares, o las mismas personas de manera lenta y dolorosa, como es el caso de aquellos que sufren de la adicción a las drogas, al alcohol, cigarrillo, al juego o a cualquier tipo de vicios que suelen destruir la vida de las personas.

Entonces, el padre del joven, le cuenta al Señor Jesús lo que estaba sucediendo y cómo sus discípulos no habían podido expulsar al demonio. Entonces Jesús, después de haber pedido que le llevaran al muchacho, lo liberó de la posesión demoníaca, no sin antes reprochar la falta de fe en sus discípulos.

Las palabras del Señor, son un fuerte llamado de atención a sus discípulos, a quienes llama generación incrédula y perversa, ya que, como Él mismo le había anunciado hacía poco a sus discípulos, su tiempo en la tierra se agotaba y debía entregarse al padecimiento de la muerte; es por esto que le pregunta, "¿hasta cuándo he de estar con vosotros?, ¿hasta cuándo os he de soportar?". Y no significa que para el Señor fuera un martirio estar con los discípulos, sino tener que lidiar con su falta de fe. Recordemos que, ellos ya habían estado en dos misiones en las cuales habían sanado enfermos, expulsado demonios y realizado otras señales, y desde aquel momento habían recibido de parte de Jesús el poder para realizar todo tipo de señales. Pero lo que se demuestra en esta ocasión, es que su fe se había vuelto a debilitar.

Al preguntarle los discípulos por qué no habían podido expulsar al demonio, Jesús les dice que es por su poca fe, que si tuvieran fe como un grano de mostaza, podrían mover montañas, y continúa diciéndoles: "pero este género no sale sino con oración y ayuno. Pero el Señor no quiso decir que ese tipo de demonios no salía sino con oración y ayuno, sino que la incredulidad que había en sus corazones, sólo podía salir con oración y ayuno.

Si en tu corazón hay incredulidad, si dudas del poder de Dios o de Su voluntad y amor para ayudarte, pídele al Señor que te perdona por tu falta de fe y esfuérzate en forjar un fe preciosa y poderosa, que sea capaz de mover montes, y la manera de hacerlo es entrando constantemente en Su presencia en oración y ayuno, y alimentándote cada día de la Palabra de Dios.

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viernes, 27 de octubre de 2017

TESTIGOS DE LA GLORIA DE JESÚS

https://youtu.be/75R0l8q0mKU



Dentro de los doce, había tres discípulos que se habían convertido en el círculo íntimo de Jesús. Estos eran Pedro, Jacobo y Juan.  A estos Jesús les permitió acompañarle en ciertos momentos que a los otros no, y en esta ocasión, Jesús se los lleva a un monte para que fueran testigos de su gloria. Estando en el monte, Jesús cambia su apariencia humana por su verdadera apariencia: la divina.

Esta demostración, se dio después de que Pedro le pidiera a Jesús reconsiderar el someterse al padecimiento y muerte que Jesús les había anunciado, por lo que es probable que, a través de esta demostración, Jesús quisiera mostrarles que su lugar no estaba en la tierra, sino que debía retomar la gloria que tenía antes de venir al mundo.

Y después de que Jesús se transfigura, aparecen Moisés y el profeta Elías, en representación de la ley y de los profetas, quienes en el Antiguo Testamento habían testificado de la venida de Jesús, y, por otra parte, estaban los discípulos en representación de la iglesia, cuya labor sería testificar que en Jesús se cumplían profecías de un Mesías Redentor, dadas al pueblo de Israel.

Pedro, completamente asombrado por lo que veían sus ojos, propone hacer tres enramadas, es decir, tres tiendas en donde pudieran permanecer Moisés, Elías y Jesús. Pero mientras él estaba hablando, los cubrió una nube, desde donde escucharon la voz del Padre que les decía “este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; óiganlo a Él”

Al escuchar la voz del Padre, los discípulos tuvieron mucho miedo y se postraron sobre sus rostros, pero cuando Jesús se acercó y les tocó diciendo “levántense y no teman”, ellos alzaron su mirada y ya solo vieron a Jesús.

Muchas veces habremos anhelado vivir una experiencia sobrenatural, pero si algo nos enseña este pasaje, es que fue algo que únicamente pudieron presenciar aquellos que eran los más cercanos al Señor. Muchos esperan que ocurra algo semejante para creer en Dios y en Jesucristo, pero presenciar una manifestación de Dios, fue algo que los mismos discípulos no pudieron soportar, y terminaron postrados sobre sus rostros sin levantar la mirada, a causa del temor que les sobrecogió.

Dios no quiere que seamos como Tomás, quien declaró, palabras más, palabras menos, que, si no veía no creería, cuando los otros discípulos le contaron que habían visto al Señor resucitado.

No esperes a vivir una experiencia sobrenatural para creer en el Señor, esas experiencias las vivirás cuando aprendas a vivir cerquita de Dios.

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miércoles, 25 de octubre de 2017

PERDER LA VIDA: REQUISITO PARA GANARLA

https://youtu.be/-Jk8njmZTJI


Después de que el Señor conoció la respuesta dada por Pedro a la pregunta ¿quién decís vosotros que soy yo?, empezó a decirles a los discípulos todo lo que le esperaba padecer en manos de la clase religiosa de aquella época. Le contó cómo debía ser muerto por ellos, pero que resucitaría al tercer día.


Al escuchar esto, Pedro toma a Jesús aparte y empieza a reconvenirle diciendo: "Señor, ten compasión de ti mismo, en ninguna manera esto te acontezca", recibiendo una fuerte respuesta de parte de Jesús, quien le dice "apártate de mí Satanás, porque me eres tropiezo".

El vocablo satanás significa adversario, y Pedro al intentar desviar al Señor de su objetivo principal, en eso se estaba convirtiendo. Que Jesús hubiera cedido a la reconvención de Pedro, hubiera significado echar a perder los planes del Padre para salvar a la humanidad de las garras del maligno. Por eso el Señor debía responder enérgicamente, de modo que, a Pedro no le quedaran ganas de volver a decirle lo mismo al Señor.

Posterior a esto, Jesús comienza a decirle a los discípulos para seguirle a Él, deben negarse a sí mismos y también tomar su cruz. Esto significa una vida de sacrificio, de morir al mundo, aunque esto implique sufrimiento. Querer salvar la vida, es intentar seguir a Cristo, sin renunciar a todo aquello que en el mundo nos genera seguridad, para que, de esta manera, podamos vivir por y para Cristo. Una gran demanda de parte del Señor, pero que trae así mismo, una gran recompensa: la vida eterna.

Ser exitosos en este mundo, ganar y obtener todo lo que nos propongamos, de nada sirve si descuidamos la vida espiritual, si perdemos la vida eterna, ya que no existe precio alguno que pudiéramos pagar para salvarnos, pues el único precio que Dios aceptó fue el de la sangre de nuestro Señor Jesús, derramada en la cruz y en su camino a ella.

Es mejor que hagamos tesoros en el cielo, pues esos no son susceptibles a corromperse, ni existe manera alguna de que nos puedan ser robados. Por esto, que tus ojos no se enfoquen en ganarlo todo aquí en la tierra, no sea que te quedes con las manos vacías por toda la eternidad.


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martes, 24 de octubre de 2017

LA CONFESIÓN DE PEDRO

https://youtu.be/ajtGLu7rl5Q


Recordemos que después de multiplicar los panes y los peces, Jesús se fue a la región de Magdala y sus discípulos se quedaron con las personas, pero después se reunieron nuevamente con el Señor. De allí, se van para la región de Cesarea de Filipos, en donde el Señor podía estar a solas con los discípulos, sin ser interrumpidos.

Una vez allí, Jesús aprovecha para preguntarles que se había quedado diciendo la gente acerca de Él, después de ver las maravillas que hacía. Algunos decían que era Juan el Bautista, otros que era Elías, otros que era Jeremías y otros que podía ser algún otro de los profetas. Lo más triste, es que tantas personas que estuvieron allí con Él, y nadie lo había identificado como el Mesías prometido.

Ante esta situación, Jesús entonces le pregunta a sus discípulos, quién dicen ellos que es Él, a lo que Pedro, enérgico y sin la menor sombre de duda responde: "Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente". Esto para Jesús, implicaba un descanso, al ver que por lo menos, aquellos que recibirían el legado de continuar con su ministerio, tenían claro con quien estaban.

Y entonces le responde a Pedro: "Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló ni carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos", dándoles a entender que, reconocer al Mesías no es algo que pueda lograr una persona por sí misma, sino que necesita de la revelación de Dios. Posteriormente, continúa Jesús diciéndole: "Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia". Aquí vemos dos declaraciones de suma importancia. La primera, es que Jesús le reitera que siendo él Simón, hijo de Jonás, un humilde pescador, ahora era llamado Pedro, el que con su declaración daba comienzo a la edificación de la iglesia de Jesús. Y la segunda declaración, es "y sobre esta roca edificaré mi iglesia". Erróneamente, se ha interpretado que aquella roca a la que Jesús hacía referencia, es Pedro, pero es una interpretación sin fundamento, pues el apóstol Pablo enseña en 1ª de Corintios 3:11 "porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo".

Entonces, ¿a qué roca se refería el Señor Jesús?

Él se refería a Él mismo. La roca era la que Pedro había declarado, al decir que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

Posteriormente, Jesús le dice: " y a ti te daré las llaves del Reino de los Cielos". Esto no significa que Pedro se convirtió en el "portero" del Cielo, sino que él realizaría el primer ingreso de creyentes al Reino de los Cielos establecido en la tierra. Esto se cumplió el día de pentecostés, cuando Pedro predicó a una multitud y tres mil personas creyeron en el Señor Jesús (Hechos 2).

Por lo tanto, Jesús es la roca sobre la que toda persona que quiera entrar al Reino de los Cielos, debe construir su vida, y la forma de hacerlo, es de la misma manera como lo hizo Pedro, confesando que Jesús, es el Hijo de Dios que vino al mundo como el Mesías prometido por Dios, que entregó su vida para rescatarnos del reino de las tinieblas, en donde permanecíamos atados por nuestros pecados.

Si no has puesto a Jesús como el fundamento de tu vida, no esperes más y confiesa que Jesús es el Cristo, el Señor y Salvador de tu vida.

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